Solo la libertad salvará al Perú
Raul Mendoza Cánepa
El gobierno eficaz es el de la imposición de la Constitución, la libertad y la seguridad personal
¿Por qué soy libertario y no progresista ni socialista, ni conservador?
Soy libertario porque la libertad es el principio rector de una sociedad. No creo en las mentiras progresistas, esos fariseos modernos que ocultan sus intereses detrás de la máscara del "buenismo".
Tampoco me seduce la retórica socialista, que bajo el pretexto de igualdad, promueve el estancamiento, la mediocridad y el sometimiento de los individuos al capricho estatal. Tampoco soy conservador; aunque respeto el orden y la tradición, no acepto la resignación de quienes prefieren petrificar el pasado antes que construir un futuro de verdadera libertad.
El libertarismo no es el centro, esa tierra de nadie donde las ideas se diluyen y las agendas políticas pierden claridad. El centro no es más que el disfraz de la izquierda moderada, que teme asumir su verdadero rostro. En cambio, los libertarios, sabemos bien lo que queremos: una sociedad libre de ataduras estatales, donde los individuos puedan prosperar según su esfuerzo, sin que el gobierno se convierta en el pastor de un rebaño sumiso.
El progresismo, con su discurso de falsa compasión y justicia social, ha secuestrado el lenguaje y la moral. Han hecho del "buenismo" una herramienta para adoctrinar y someter.
Nos acusan de insensibles porque no nos arrodillamos ante sus dogmas, porque no nos tragamos su cultura woke, que desnaturaliza los valores y convierte el victimismo en virtud. Combatimos esa corriente porque entendemos que su verdadera intención no es liberar, sino controlar, dividir y perpetuar la dependencia del ciudadano al Estado.
El gobierno ideal es el de Javier Milei, quien propone una nueva república basada en principios liberales. No queremos más este antiguo régimen, esta “falsa república” en la que los privilegios, la corrupción y el asistencialismo han destruido el tejido social. Queremos un estado mínimo, pero eficaz, con justicia implacable y orden social.
Para combatir la criminalidad, es imprescindible una reforma radical del sistema de justicia. No más jueces blandos ni cárceles que son universidades del delito. Propongo un régimen de cadena perpetua en aislamiento perpetuo a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar, dónde no alcancem las comunicaciones. Creo, en lo particular, en la inhabilitación infinita para los corruptos. Los libertarios no somos débiles, como querría la plutocracia acomoda y la partidoracia con financiamiento estatal. ¿Cómo no ser radical en un país tomado?. Sé que la libertad no puede florecer en un terreno dominado por el crimen y la anarquía, en uno dominado por empresas que lo corrompen todo y enturbian las instituciones.
La seguridad y el orden son las bases de una sociedad libre.
En una nueva república libertaria, solo el mérito se impone.Una república donde el poder sea limitado, donde el mercado sea el motor del progreso y donde el individuo sea dueño de su destino. No más populismo, no más políticas clientelistas, no más gobiernos que gastan el dinero de los ciudadanos para financiar políticos y perpetuar su poder.
El libertario no teme al cambio. Somos herederos de una tradición que ha enfrentado al absolutismo, al socialismo y ahora al progresismo, pero nos ningunean los conservadores por sed de poder. Nuestra lucha no es fácil, pero es justa. Queremos acabar con el antiguo régimen, levantar una nueva república y devolverle a las personas la libertad que les pertenece.
Esto no es una utopía; es un proyecto político concreto, audaz y necesario. Es la respuesta a décadas de mediocridad y decadencia. Ser libertario no es solo una postura política, es un compromiso con la libertad, la justicia y el futuro.