Ocurre en las escuelas, cuando un niño es víctima de bullying por una condición que nadie entiende: autismo. Ocurre en las empresas, cuando conminan o luego prescinden de quien tiene fobia a volar ✈️ o, peor aún, cuando la persona que sufre algunos de los síntomas del trastorno de ansiedad generalizada o el trastorno límite de la personalidad o trastorno obsesivo compulsivo son puestos al margen con un estigma.

El capitalismo inconsciente no entiende de estos temas, sino que condiciona la inclusión a la plena condición o salud mental.

En general, un autista no tolera ciertos entornos, pero tampoco puede equilibrarse tras un clima de ruidos 🔕 y otros, pero es funcional y tiene las habilidades para el logro de resultados.

El ansioso se bate en situaciones personales adversas, pero en contraparte,  de falta de resolución anímica. Son las dos caras de una moneda. No lo comprenden las escuelas modernas, que deberían conocer tales condiciones (los psicólogos educativos poco pueden con condiciones clínicas), pero tampoco las empresas, que no transigen o acaso toman a la burla la condición. 

Incluso, la visita al psiquiatra genera suspicacias y sella estigmas que no deberían existir en una sociedad de ciudadanos en la que el imperativo es colaborar y no sancionar la salud mental o el estado nervioso, temas de derechos que deberían ser materia de reflexión en los medios.