La feria de las vanidades
Raúl Mendoza Cánepa
Al poco tiempo de fundarse La Mula publiqué un primer post. Trece o catorce años van y casi todos como mulero destacado (restando mis cinco años en El Comercio).
¿A qué este introito?, a que mucha agua corrió bajo el puente. Facebook y Twitter eran casi imperceptibles entonces, sino inexistentes; Instagram no nacía y nadie hacía videos. Era la blogosfera y nosotros sus precursores.
El interés era intelectual. Pronto se desarrollarían las redes sociales y el intelecto sería lo menos importante. Facebook serviría para mostrar cuan bellos o ricos somos y cuánta vida social o vida, a secas, tenemos y cuánta naderia pueden soltar algunas estrellas para mil likes. La vanidad en su esplendor.
Twitter solo sería la vertiente del desahogo para pelear por cualquier causa y decirnos las cosas que no nos diríamos en la calle. Al final, otra forma de vanidad.
Instagram nace para representar lo que queremos que crean son nuestras vidas.
Máscaras finalmente que no muestran nuestras penas, fracasos, amarguras, desilusiones, necesidades y esperanzas, porque mostrarse débil no es socialmente rentable.
Las redes sirven a ese gran teatro que llamamos vida, pero no en sus 24 horas, apenas en unos minutos. Fotografía tus malos ratos, tus iras, tus penas, tus lunares, la mancha en tus muros, la abolladura de tu carro, tu baño.
Twitter nos da espacio para mostrar que somos los capos de la polémica, aunque tenga más de anarquía 😡
Y a esa feria 🎡 de vanidades ya nos han habituado. Si un día desaparecieran, de pronto hablaríamos de una nebulosa sin fingimientos ni disfraces, de la vida real. Un hombre o una mujer sin su "avatar" no existe.
Se extrañan los tiempos en que se leían artículos en los diarios, el buen razonar; días en que la estupidez se reducía a la impericia de unos pocos malos columnistas. Bueno, y al final ¿Qué de malo tiene la vanidad? Nada, nada si no te aleja de las preocupaciones del otro, de tu tiempo para el otro, que el ensimismamiento sobra.