Hay dos formas de vivir. Una es sentado sobre un teclado  horas o tras el calor 🫠 infernal de una máquina. 

La otra es confrontar con la naturaleza en su lado perverso, con la altura que impide bajar los ojos, contra la ley de gravedad. Es apretar el acelerador, escalar 🪜 una montaña o volar 🚁 como un insecto entre decenas de cosas.

Solo la acción trae riesgos, el resto es quedar atónito mirando el techo y el reloj. Odiseo va a la guerra y enfrenta a los monstruos del mar y a los hechizos que no pueden contra su astucia. Los héroes, como los pinta Campbell se enfrentan a su destino, que en la Atenas de Edipo es la tragedia.

El viejo da batalla a 🦈  los tiburones que en el camino al puerto van devorando su pez espada sin rendirse, porque para el personaje de Hemingway, el hombre puede ser destruido, pero no derrotado. 

La vida pequeña es cómoda, aguarda su seguridad salarial y huye de la velocidad o la bronca, se ensimisma y toma por casa su zona de confort mirando que el ⌚ dé las cinco. La grande sube al cañón a más de 4 msnm y navega y bucea entre corrientes adversas solo para desquitarse de una batalla perdida. El triunfo en la guerra siempre es algo por definirse.

Es la diferencia entre las vidas y las leyendas, el coraje de volar o el temor que nos llama al regazo de la madre.