Actitud ganadora
Raúl Mendoza Cánepa
La vida no se encuentra escrita en manuales. Los libros de autoayuda, con sus promesas de recetas infalibles, suelen ser espejismos: ofrecen fórmulas rápidas para lo que en realidad requiere tiempo, coraje y profundidad. Porque, si algo nos enseña la historia humana, es que no hay palabras más poderosas que aquellas que encarnan la actitud. Dos palabras, apenas: actitud ganadora.
¿Cómo caminas por la vida? ¿Qué dice tu tono cuando hablas? ¿Qué historia cuentas con tus gestos al enfrentar un fracaso o una decepción? En demasiadas ocasiones, nos atrapamos en un lamento, un murmullo derrotista que resuena en nuestras redes sociales, en nuestras conversaciones cotidianas, incluso en el silencio con nosotros mismos.
Piensa en cómo contestas cuando alguien te pregunta cómo estás. El “más o menos” o el “aquí”, que parece inofensivo, encierra un ancla invisible. Aquí suena a inmovilidad, a un estancamiento que se conforma con poco, que no quiere ni intenta moverse.
La actitud ganadora, en cambio, habita en el dinamismo. Está en la energía de quienes viven en constante movimiento, ya sea en el gimnasio, en sus estudios, en el trabajo, en su entrega a los demás. Es un “sí puedo” que se repite como un eco interno, un “seré el primero” que no teme a las alturas ni al esfuerzo.
¿De qué sirve postular a una universidad, una empresa o un proyecto si solo buscas pasar desapercibido? La excelencia no es un accidente; es una decisión diaria. La actitud ganadora no nace de la nada, se cultiva. Se aprende de los ejemplos, se modela con las historias de quienes nos inspiran, pero también con las lecciones que nos dan quienes nos muestran lo que no queremos ser.
Así que deja los libros de autoayuda en su estantería. La verdadera transformación no está en sus páginas, sino en el cambio que eliges encarnar. No es un consejo escrito, es una decisión vivida. La actitud es, al final, el libro más valioso que puedes escribir.