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Cómo se hace un poema

Raúl Mendoza Cánepa 

Publicado: 2023-05-07

Nadie escribe cartas de amor porque son ridículas. Pessoa las ridiculizó y lo hizo por la poesía, que es ciertamente ridícula.

Ridículo es lo risible, pero el poeta que libra sus versos libres al amor no es risible, de hecho tiene de decadente y marginal y nada da menos risa que los que van por el margen. Cortázar hace una taxonomía corta, los cronopios y las famas. Ridículos no pueden ser nunca los cronopios, tampoco las cartas de amor y los poemas.

Los poetas son revolucionarios. Tome el teclado muy temprano, cuando todos duermen. Piense en el mar reiterativo, en las palabras dulces que resonaron como ensueño en algún último beso. Tome un respiro y dos y tres. Suelte sus temores, abra el corazón a lo inconfeso, rompa las palabras y abra puertas entre los significantes. No sea racional ni razonable ni deductivo. 

Acaricie la taza de losa y beba un sorbo del café, ensayé un mohin de llanto y que el llanto recule en un recuerdo,  en el triste desierto de un adiós apresurado. Por hoy no sea feliz. Abrase una herida y suelte el segundo y tercer verso, la rima será el ritmo de los latidos de su corazón. Abrase el pecho con un hacha, no deje nada helado, no sea prosaico ni tema ser cursi. Olvídese de Pessoa. Las cartas de amor no son ridículas, el amor no es ridículo. Teclee sin cesar hasta llorar, moquee y ahogue el llanto. No busque un pañuelo, si ha de morir con un verso, muera. 

Piense que los latidos que vuelcan la sangre al otro lado son los compases que acompañan a los suyos.

No los entregue, no se arriesgue a qué una vez o para siempre los poemas de amor sean ridículos porque alguien se rió o los guardó en un ropero.



Escrito por

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.


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