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De pronto cincuenta

Raúl Mendoza Cánepa

Publicado: 2023-03-31

Una mujer de treinta aborrece la experiencia de haberse casado con un viejo y le pregunto sobre la edad del hombre: cincuenta.

Tener cincuenta o un sencillo más se convierte entonces es un certificado de repulsión, cuando no es de defunción al contar a algunos amigos muertos.

De pronto te caías de bruces y todos se reían, ahora todos corren a socorrerte. Googleas por cualquier seña rara y te aterras por los exámenes médicos.

A algún legislador apurado se le ocurrió que los afiliados de las AFPs podían retirar sus fondos a los cincuenta y dadas las circunstancias, si coincide con un año y medio de desempleo y te la consumiste todo porque no había otra, pasas a ser el retrato de tu viejo jubilado a los cincuentaidós en sus repetitivos trazos de casa al supermercado.

Dicen que un profesional libre no envejece, que se puede dirigir un estudio de abogados hasta los noventa y hasta ser presidente a los setenta o más, sirva el consuelo y dependerá el ánimo del lado donde uno se ubique.

A los treinta sufres una crisis de la edad pese a tus diarios de verano o primavera, a los cuarenta eres el más viejo de los jóvenes y el más joven de los viejos. A los cincuenta o antes se inicia el edadismo, te miran las canas antes de pensar en contratarte y te prueban en los mecanismos más rudimentarios de las máquinas y programas de oficina. Un viejo jefe me llamaba solo para que le ponga en mayúsculas de word una frase. Yo me preguntaba por su Remington.

A los ochenta hay uno que conozco que dicta clases y sube a los Andes y las selvas cuando puede, con toda la chispa del mundo.

No es que uno tenga la edad que uno tiene ni la que se engaña o engaña que tiene, sino la que los demás le hacen creer tener.


Escrito por

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.


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