Expectativa y realidad
Raúl Mendoza Cánepa
Nunca la chunto. Asumo que un escenario será tal cual lo imagino y termina siendo completamente diferente.
Soy muy malo para las expectativas. Cuando imagino el salón de una fiesta que me aguarda y asisto, hallo una escena distinta. Quizás no era elegante y había que ir con ropa de estar o las personas difieren a como las esperaba.
Ocurre en el trato, frente a una reunión no se puede prever el curso de la conversación y peor aún cuando es un favor que solicito por un correo cuya respuesta aguardo con entusiasmo para colisionar con un "No" de dimensiones oníricas.
Ocurre también que voy tras un objetivo y sucede lo que no espero y lo que no espero sucede.
Tan insegura es la vida, que me las paso volando como una hoja al viento cuando los aires hacia la muerte o hacia la victoria.
Nada hacía prever que hacer política partidaria en un inicio sirvió solo para que allí conociera a la mujer con la que me habría de casar y nada hacía prever que terminaría trabajando catorce años en una institución por el simple azar de una mañana sabatina en la que se me ocurrió pasear por mi universidad. Nunca tanteé la posibilidad de trabajar en El Comercio porque ni estaba en mis planes ni concebía la oportunidad hasta que una mañana inopinada y casual me invitaron a "pertenecer", que la única pertenencia planeada y no por mí fue la escuela.
Lo que deliberadamente busqué no ocurrió y por eso soy muy malo para las cartas y más para aquellas que van para pedir una gracia. Imaginé mil cosas y mil cosas distintas fueron. No digo que buenas o malas, sencillamente distintas. Por tal no busco ni espero, que la vida es vivir apenas y respirar lo que se pueda.