El efecto Pigmalión
Raúl Mendoza Cánepa
Sería largo explicar el relato sobre Pigmalión. Puede googlear o buscar en un libro. Aquí no se trata de dar vida a una estatua sino de cuánto daño puede producir una crítica mal intencionada o cuánto bien puede hacer un elogio.
Puede usarlo en su niño en casa, convenciendolo de lo inteligente que es o de su superioridad en ciertos asuntos. La expectativa y creencia en el don del niño lo convertirá en un genio aunque quizás no lo sea.
Ocurrió en un experimento con trabajadores en una empresa. Los que llegaron más lejos fueron los que recibieron halagos. Los que se estancaron eran empleados a los que se les hizo perder la fe en sí mismos, pese a sus cualidades.
En un experimento, se encargó a un escritor con relativo talento hacer una investigación para una institución educativa. Pese al buen trabajo, los mil aciertos y al esplendido raciocinio empleado, la editora se propuso denigrar su esfuerzo en un detalle sin importancia, en la nota de pie de página el autor no colocó de qué página de un libro X había extraído una cita. Era domingo en la noche y le exigió que le remitiera el número de página de inmediato, asunto difícil de resolver sin la biblioteca a la mano. Obvió la exigencia apurada y la editora enfurecida elaboró un informe impreciso, engañoso, lesivo y mal intencionado que destrozaba toda la investigación con adjetivos que no correspondían con justicia a un buen trabajo, solo que ella no había leído el texto de la investigación, solo el minúsculo detalle de una nota incompleta de pie de página, algo así como destruir en palabras la integridad de un estupendo traje y a su sastre por un hilo salido dentro de un bolsillo.
El autor dejó de creer en sí mismo y cuando logró un nuevo empleo, esta vez de editor, dudó tanto de sí mismo que la mala fe de la editora se convirtió en una sombra para futuros esfuerzos. El autor recuperó la estima más adelante por un nuevo encargo de creación. Los elogios de un atinado jefe rescataron la fe del "orfebre", desde dentro del oscuro pozo.
Ocurre en todo trabajo, desde la escuela a la universidad y la oficina. Una crítica puede destruir y un elogio edificar. Si el efecto Pigmalión se aplicara a la educación y el trabajo, el talento orientado por la autoconfianza alcanzaría distancias insospechadas. El efecto Pigmalión (crear autoconfianza) crea milagros. Lo contrario hubiera hecho de Mozart un mediano músico o de cualquier creador un margen en el pie de página de su propio talento.