#ElPerúQueQueremos

Sepultado por la masa

Raúl Mendoza Cánepa

Publicado: 2022-03-02

Cuando comenzaba a escribir columnas en medios impresos creía que estaba en un auditorio colmado donde todos me leían. Columnear desde El Comercio o Correo de entonces era tener una voz en el mundo; era más que eso, era existir.

"Si no apareces en medios no existes", me decía una voz susurrante y sutil, y así crecí escribiendo creyendo alcanzar una estrella. Surgieron los blogs y decenas de blogeros y, desde luego, yo tuve uno aquí (2009) y el público se paraba a aplaudir. Algunos personajes mediáticos elogiaban mis posts y esa falsa percepción de fama en el barrio se hacía más viva aunque apenas me reconociera alguno por la calle; pero tener una columna era existir y no tenerla era ser reducido al sepulcro.

Pocos eran poetas, pocos eran opinantes y pocos los intelectuales amenos cuya pluma trazaba bellezas y reclamaba el columnismo como arte. Nadie más tenía voz porque todos eran lectores. Los tiempos cambiaron, llegaron las redes sociales y los diarios impresos entraron en crisis. Ya no eran pocos, las redes le dieron voz a los sesos, a los imberbes, a los idiotas y a todo aquel que bien o mal supiera plasmar una opinión o un denuesto. Muchos eran anónimos que la hacían a competir con las columnas y la mayoría ciudadanos que en muchos casos demostraron una capacidad de análisis tal que bien podrían conquistar el papel, pero el papel ya importaba poco. Los medios trazaron planes con sus plataformas digitales y en la mercadotecnia personal el columnista de antes descubrió que filosofar era ser pasado por alto porque a nadie le interesa la sabiduría y las misceláneas, porque a todos les importaba la política y mientras más concreta mejor y mientras más confrontacional mejor y sin rodeos mejor y si no pasaba de cien caracteres mejor. 

El columnista tradicional se vio sobrepasado por miles de opinantes públicos, la rebelión de las masas para Ortega debió haber sido un fastidio, para Eco era el reinado de los brutos, estaba muriendo el tiempo del papel y el columnista se hacía humo, registrando en la memoria de sus cenizas un cúmulo de interrogantes existenciales sobre la misión de escribir.

Entre fakes, mentiras y alegatos dubitables, el columnista de papel trató de adaptarse a las redes como si comenzara de cero. Los medios digitales le dieron pantalla y el servicio de difusión; pero con todas esas cada vez eran más los que creían que tenían el dote de escribir. Imagine al poeta en un mundo en el que cada día aparecen mil poetas, el vate se deshace y se pierde en el mar. Lo mismo ocurre con el columnista, sin dejar la desazón que sigue a la sensación de perder el tiempo en un barrio en el que cualquier estúpido cuenta que se lavó los dientes (laureado por doscientos idiotas que le festejan con un lije) mientras el columnero filosofa sobre Dios y la impermanencia para recibir un aplauso del amigo leal que te sigue...Y así será con los libros y con el pensamiento, así será con los cuentos.

Este portal tiene una buena cuenta de seguidores, pero no todos los posts se difunden. La línea la elige el medio y está bien, pero imagino que la mitad de los doscientos mil seguidores de La Mula atisben aunque sea un párrafo de lo que aquí se suelta y que es más de lo que quizás me podrían leer en El Dominical de El Comercio en un artículo sin foto y con mi nombre en calibri miniatura, como para que nadie sepa...Así fue mientras estuve en El Comercio. Pocos sabían de mi paso por el buque insignia de la prensa, fui no más que un marinero insomne que creía ser leído, que creía...

Si no apareces en medios no existes, quizás la misma sensación de quienes querían una entrevista o una nota en El Comercio, "estar y ser" es tener una voz continua.

Tanto querer ser y estar para perderse en la masa electrónica que abruma y que la hace de sepultura. Habrá que buscarse una ilusión.


Escrito por

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.


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