La peste te agradece
Raúl Mendoza Cánepa
Informan que existe una crecida de los contagios del COVID 19, especialmente en algunas regiones del Perú, que han puesto en rojo sus alarmas. Podría ser que la tercera ola inicia su camino arriba. La información avisa de una mayor confluencia en hospitales. Lo que queda del debate es la pregunta que nadie sabe responder: ¿Es una ola en ciernes de no vacunados?
Desde luego, los amigos de la teoría de la conspiración, más cercanos de la ideología que de la realidad científica, convienen en alterar cualquier información que llega a sus oídos y son los primeros en salir al frente de las medidas sanitarias, asumiéndolas como una trama del control social. A decir verdad, no colaboran a que el problema se resuelva.
Una de las teorías que se puede ensayar sobre el crecimiento de las olas en el mundo (y en el Perú) es el efecto de la falsa sensación de seguridad que genera la vacuna, lo que induce a bajar la guardia. Los vacunados sienten que el mundo se abrió y que la mascarilla es inservible. Probablemente para que no lleguen al extremo de una hospitalización o una cama UCI sea útil, pero la vacuna no evita el contagio y no impide que contagies y, por tanto, no es una garantía de descenso de la positividad; por el contrario, la falsa seguridad y la certeza de una inmunidad salvadora induce a que la gente deje las mascarillas y resista las medidas de bioseguridad. El resultado es una crecida del número de positivos asintomáticos que distribuyen el virus con un efecto comunitario imperceptible. La otra consecuencia, además del riesgo extremo para los no vacunados, es la mutación del virus.
El virus muta mientras más circula y más circula si no se pone atención y disciplina social (en todos los niveles etarios) a la primera barrera de contención: la mascarilla. En este caso parece manifestarse un conflicto entre la comodidad y el ideal liberal individual con el bien común.