La madre y el viento
Raúl Mendoza Cánepa
A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd.
No hay pompas en este tiempo de muertos
pero vuelas,
caminas el viento
en un mal tiempo para partir.
Habías ya olvidado el color de los muros,
vieja,
y todos los caminos que llevan a casa.
Los canastos y las flores
se hicieron piedras y cosas.
La palabra, ruido indescifrable.
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Yo tengo una manera de llorar
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Que la luz sin lindes
la toque y la alcance.
Misericordia,
padre de los vientos y de los mares
artífice de las palabras,
envuelve su olvido
y abre sus ojos.
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Yo tengo dos maneras de llorar
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Chisporroteen ahora
relumbren,
tras el azaroso viaje.
Se fue volando raso,
raspando su cuerpo
trazando la arena.
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Yo tengo hasta tres maneras de llorar
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Que los brazos eternos
se tiendan
sobre su vuelo de espiga,
sobre sus ojos de agua.
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Abrázala luz,
en aquella vastedad de tu reino;
que sea siempre
el girasol
que campanea
en el infinito,
como en alguna salida
como en alguna salida a la una,
en las pupilas centelleantes
de aquel niño que fui.