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La transición deliberativa

Raúl Mendoza Cánepa (a título personal)

"La deliberación es trabajo de muchos, la decisión, de uno solo.”

-Charles de Gaulle

Publicado: 2020-11-25


El Perú ha vivido diversos momentos constituyentes. En el siglo XIX, bajo la égida de la "legitimacion" del caudillo en la anarquía o en medio de debates conservadores-liberales. En el siglo XX el tema fue por el cauce de una sucesiva refundación nacional.

Se suele acusar el origen de la Constitución de 1993, se dice, además, que no fecundó en un consenso. Sin embargo, ese es el texto fundamental que rige y que ha sido objeto de más de veinte reformas. En realidad, todas las constituciones del siglo XX fueron la hechura de tiempos autoritarios, la de 1920 abrió el Oncenio de Leguía, la de 1933 fue firmada por Sánchez Cerro antes de ser asesinado. La de 1979 abrió una transición, pero el contexto seguía siendo el de un gobierno militar forzado a precipitar su salida. Ningún aparente momentum constituyente ha sido espontáneo, sino ganado por circunstancias o interés. Pareciera que la suerte del primer texto, el liberal de 1823 (vamos hacia su bicentenario) signó la historia constitucional. Tal texto fue suspendido y reemplazado por el vitalicio de Bolívar de 1826, irónicamente la más efímera de nuestras constituciones.

Dado que las constituciones no fracasan, pues son los procesos políticos los que fallan, ¿qué nos asegura que una nueva Constitución va a cambiar la realidad? Bajo la vigencia de una misma constitución, la realidad puede empobrecerse o enriquecerse. No depende de los textos sino de los buenos o malos gobiernos.

El gobierno transitorio de Francisco Sagasti no recibió el encargo de continuar esa malhadada historia sino de conducir la sociedad hacia las elecciones, contener la pandemia y sentar las bases de la recuperación económica. Requiere sosiego, pero también transformar el paradigma del conflicto por el del diálogo. Capacidad concertadora tiene, buen concepto público y honradez también; pero ponerle en agenda el tema constituyente ahora, es complicarle el proceso.

El primer escenario fue la vacancia, luego una protesta juvenil. Ya pasó y no es lo mismo ser oposición que gobierno. Cambian los escenarios y las estrategias. En este segundo escenario, a los jóvenes se les pretende convencer que el futuro del Perú depende del cambio de Constitución. No se les dice para qué sirve ni que hemos tenido cartas conservadoras, liberales y sociales, y que ninguna construyó una república. Al menos, la vigente diseñó un marco de estabilidad jurídica para las inversiones, pero no fue suficiente para incluir a todos. Como sea los jóvenes demandan cambios sustantivos y tal vez sea sensato quitar esta demanda de las manos equivocadas y canalizarla formalmente.  

Quizás sirva encauzar ese espíritu constituyente difuso por un canal de deliberación juvenil, a fin de que el Congreso 2021-2026 sume esas demandas. Por lo pronto, el Acuerdo Nacional es una plataforma que puede promover un consenso de juventudes. Temas hay para sumar: dar fin al menudeo laboral de los jóvenes, derechos económicos y sociales, inclusión en la formalidad,  acceso a Internet, reducir la edad para acceder al parlamento (quizás proponer cuotas), la calidad educativa, el presupuesto para la educación en las regiones y el acceso igualitario, la construcción de un canal institucional para poner sus demandas sobre la mesa, dar visibilidad a los problemas juveniles en los medios de comunicación estatales…

No ignoremos el pasado. Durante la transición de Valentín Paniagua se elaboraron propuestas de reforma constitucional, la Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional presentó su informe en julio de 2001, pero en 2003 quedó trunco. En 2004, el presidente Alejandro Toledo, planteó tres fórmulas. El Congreso 2006-2011 replanteó y quiso volver a la Constitución de 1979, otros grupos retomaron el tema de la asamblea constituyente. Al final nada. Cargar al presidente con desafíos complicados no ayuda. Sin embargo, dado el republicanismo de la hora; más que como válvula de escape, como solución participativa, se abre la opción de una transición deliberativa liderada por el gobernante.

Quizás la transición pueda invitar a una deliberación juvenil con liderazgo del gobierno y a pasarle el documento al Congreso de 2021 para que recoja las propuestas juveniles de reforma y más precisamente de reformas para los jóvenes y las ponga en debate. Toda elección es base de representatividad de un parlamento y de sus reformas, nadie podrá decir entonces “ese congreso no me representa” (¡Si lo acabas de elegir!). Con prudencia respecto a temas medulares que nos han dado estabilidad, una serena senda de diálogo al 28 de julio es lo más favorable para todos los peruanos.


Escrito por

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.


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