#ElPerúQueQueremos

El beso del ángel

Raúl Mendoza Cánepa

Publicado: 2020-10-16

Saúl Mendez (Madrid, 1977) nos sorprende con una novela romántica en tiempos en los que el romance es una antigualla que poco sirve a la ficción. Nos cuenta la historia de Antonio Peña, un periodista cultural que se siente perdido en un mundo que desprecia la cultura, por lo que pronto habría de abandonar el oficio para vivir su propia novela. Mendez tiene la habilidad de construir personajes creíbles y con esos filos dramáticos que llaman a una identidad con el hombre común, ese de carne y hueso, que llora y que sufre, en el tenor de Unamuno. La historia podría quedar en ese punto final de una vida que se vuelca al abismo, pero hay un giro que nos extraña sin perder la verosimilitud, tanto que no sabemos si el autor ha confeccionado en sus buenas letras un libro de autoficción. La vida de Antonio Peña cambia, atraviesa el umbral que conduce a la opulencia y a uno de los hallazgos que en su vida mísera y agotadora, creía imposible....porque de pronto un ángel.


DAS


Antonio Peña es el protagonista de esta entrega, que es una suerte de nuevo capítulo de tu anterior novela, "Los hijos del abismo".
Sí, es un giro a los acontecimientos de la primera novela, que no tuvo un final feliz. Peña convive en un hogar cuyo hijo pronuncia la horrorosa palabra "suicidio" con una recurrencia que espanta al protagonista, que ve que poco puede hacer al respecto. La familia, el desempleo, la falta de recursos, la soledad y la falta de realización de lo que él asume como vital lo desbordan. Es cuando Peña traza los planes para quitarse la propia vida. No puede vivir bajo el peso de una familia infeliz y de circunstancias que no puede superar.
Él se pregunta sobre la familia, los hijos, el amor y llega a considerar que vivir bajo el marco de esa tradición es vivir dominado.
Se llega a preguntar si es que no sería mejor vivir libre de todo amor y de todo apego, porque allí reside la fuente de todo sufrimiento "¿Para eso tienes hijos'" se recrimina. Ver sufrir a los que ama y percibirse en la derrota frente a la no realización de todo lo soñado lo acerca a su fin, pero no apela al suicidio, el acto supremo de la voluntad, pero el más grande acto egoísta que un ser humano puede perpetrar. Una tarde conoce a Florencia, ella es como un ángel guardián, lo aleja de las preocupaciones, es su evasión, pero no como un vuelo alucinógeno, es el amor.
El amor lo salva de la vida, es lo que le dice su mejor amigo.
Lo salva. Allí lo ves a Peña mirando el mar con Florencia, compara el verdor del Pacífico con el de los ojos de esa bella mujer que lo mira fijo y que está dispuesta a no desprenderse nunca de él. Ella lo escucha, pero hace más por él. Es un verdadero salvataje. Le inspira acciones, él se la juega, gana, adquiere una nueva posición. Además Florencia de La Fuente es una mujer adinerada, le permite a Peña conocer ambientes que no había conocido, le da un gran vigor. Como podrás leer, el amor puede ser un trampolín, dependiendo del objeto amado. Él se da cuenta que no todo amor es pernicioso, no hay (curiosamente) miedo a la posibilidad de la pérdida, se siente muy seguro de esa mujer adorable, tierna, sabia y verdaderamente leal. A ella le importa demasiado él como para tomarlo como un juego.
Podría haberse llamado "Sueño de amor". Hay escenas que nos permiten vivir la historia, leo "Florencia me toma la mano, su palma cálida transforma los vientos densos y fríos de esa noche invernal. Me mira fijo con esas esmeraldas hurtadas al cielo, se detiene, me detengo, el jazmín nocturno nos paraliza en un solo cuerpo, en unas solas ganas, me acaricia la nunca; pero no es como le es habitual, quiere transmitir más de lo que sus ojos y garganta alcanzan a decir, paso la vista por su casaca de cuadros, que no es la cuadrícula de mi vida anterior. Me besa, es una mariposa leve que toca y luego un animal sediento que bebe de mi saliva. Se calma, me abraza. Dos almas que se sienten, esas son las palabras que suelta como un sortilegio que me captura para siempre. Florencia rescató a Joaquín con su inextricable sabiduría, mis vocablos cortados no son suficientes porque la gratitud profunda solo se resuelve en el heroísmo, en la acción..."
Joaquín es el hijo de Peña. Florencia siempre tiene la palabra que se hunde en el espíritu y lo aviva, toda ella es luz. La escena que comentas transcurre una noche en la que han cenado y caminan rumbo al auto de él. Ahora Antonio se siente el emperador de sus viejas expectativas, lo ha logrado todo, pero sabe que la gran fuerza transformadora provino de ese verdadero amor. El pasado denso quedó atrás y adelante solo hay luz. Adán vuelve al Paraíso y lo toma al lado de Eva, es una reivindicación del espíritu humano.
Es una novela feliz que contiene una savia de esperanza, qué quieres transmitir con ella, tan distante del drama social.
Se han escrito ya muchas narrativas sobre la sociedad, la guerra, la miseria. La novela previa es prolija con el miedo y la desgracia. Esta obra es una revalidación del final feliz, del hombre feliz y, más, del hombre que es redimido por una mujer y por una extraordinaria suerte que irrumpe y rompe el círculo de su infelicidad. La infelicidad individual, familiar, social, son objeto de una gran revolución que las sojuzga, las derrota. El pesimismo debe pasar de moda.
Te acusarán de frívolo, pero al margen. Son muchas imágenes que nos prestan esperanza, el triunfo de la voluntad en un mundo que ha perdido la fe, que no cree en nada. Florencia llega de pronto y de la nada, me recuerda a un título que resuena, el de una novela de Bayly, "Y de repente un ángel".
Solo el título, pero sí, de no haberse escrito antes una obra llamada así, hubiera tomado esa frase, nunca más certera y real.

Escrito por

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.


Publicado en