#ElPerúQueQueremos

El potencial del Perú está al medio

Raúl Mendoza Cánepa

Publicado: 2020-09-17


En su novela Conversación en la Catedral, Vargas Llosa se pregunta por boca de uno de sus personajes, Zavalita “¿Cuándo se jodió el Perú?” Ensayemos una respuesta weberiana. La colonia dejó su sello en la república. Con el catolicismo español aportó a la vida el jerarquismo, el autoritarismo y la sanción moral del éxito, este espíritu no aportó al desarrollo de empresas e individuos ni al desmontaje del mundo feudal colonial. 

El calvinismo hace del éxito individual la prueba de la “salvación” personal (gracia divina), generadora de riqueza. Para Weber, la cultura pone lo suyo y en Norteamérica creó al individuo libre, exitoso y aventurero, el self made man. La ventaja en Norteamérica era el espíritu liberal y la "cancha plana" entre sus pioneros. En Latinoamérica se reforzó el principio de jerarquía, y la jerarquía es regulación, burocracia, procedimiento, pasividad individual, separación, exclusión y estamento. Se consolidó una cultura contraria al éxito individual.

¿Ideal colectivo?

Si reparan,  la independencia peruana utilizó la libertad como un cliché, fue independencia de la Nación, sin carta de derechos individuales (”…el Perú es libre e independiente…”). Todas las constituciones hasta 1979 se referían a la Nación y la religión, no a la persona humana y su supremacía. En el Perú el individuo y el ciudadano importaba menos que la élite y el poder. No fue una república del Derecho sino de la dominación y del poder del hecho sobre el texto. En Norteamérica, bajo el ideal jeffersoniano, la independencia sí fue individualista (”Todos los hombres son iguales, dotados por su creador de ciertos derechos inalienables: a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”, Declaración de Filadelfia -4 de julio de 1776). Desde luego, el bello texto de Jefferson y Franklin  no entró en el engranaje social, donde la esclavitud era un recurso en el sur.

En lo particular, en el Perú prevaleció la relación feudal así como el vasallaje. Los primeros republicanos no encontraron la cancha plana. La llamada a un monarca europeo, concepción de San Martín y Monteagudo, fue un recurso para unir a una "Nación" en la que entre los de muy arriba y los de muy abajo mediaba un profundo vacío. 

Las esperanzas se centraron en la omnímoda y “generosa” voluntad de los caudillos  y más tarde de los burócratas generosos. Nunca la esperanza se centró en la inventiva y esfuerzo de los individuos ávidos de cumplir sus propios sueños, muchos de ellos fueron durante  un gran tramo, contribuyentes y vasallos. 

La clase media se expandió y fortaleció a partir de una revolución que no era liberal, una que cambiado el régimen fue dando paso a una masa emergente en la que el emprendimiento es sobrevivencia e informalidad, tanto como desarrollo potencial y desborde, todo a la vez. El gran sector, emplea al 89% de los ciudadanos activos y suma 20% al PBI sin registro que sirva a la proyección.

El bicentenario marca un hito desde que nos separamos de España, pero separación no es revolución. Estamos a tiempo.


Escrito por

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.


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