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No se trata de ser el primero

Eddie Cóndor Chuquiruna

Abogado, analista político.

Columnista invitado

Publicado: 2020-02-21


Los humanos, en su gran mayoría, en nombre de la “competitividad”, la “excelencia” y otras categorías prefabricadas para “diferenciar” y “distinguir”, se esfuerzan por ser los primeros -en todo- y olvidan lo esencial, que es conseguir ser buenas personas.

Es lo central, si bien es cierto no todo está perdido, en la crisis de valores que nos acosa enfrenta y extingue, debido a que ser el primero -a cualquier precio- es lo que finalmente está importando e imperando en este tiempo. El “sistema” está diseñado así, en sus distintos planos y se afianza con escasos cuestionamientos.

Ser el primero es bueno pero no significa ser el mejor. Se puede ser el primero, pero hay que cuidar la sustancia, que la persona no pierda el alma y esté dispuesto a mantener los pies en la tierra.

Ser mejor es tener la mente abierta y caminar, con paso firme aprendiendo y enseñando y viceversa, hacía objetivos que ayuden a la construcción de un mundo mejor, con igualdad de oportunidades y justicia. Es no encerrarse en su “mundito” de envidia vanidad y egoísmo. Es reflejarse -autocríticamente y de modo permanente- en el espejo de la calle o lo rural y tener misión de vida y horizonte social.

Ser mejor es, haber desarrollado capacidades para discernir sobre aquello que suma y no resta, decidir con criterio de equidad, y priorizar entre lo efímero superficial e irrelevante de aquello que -verdaderamente- le da contenido a las cosas valiosas y la misma vida.

Es además, entre otros tantos aspectos, responsabilidad, desinterés por las cosas materiales, bondad, servicio, trabajo, solidaridad, optimismo, respeto, perseverancia, pasión, empatía, gratitud y alejamiento de los problemas y las personas ruidosas utilitarias y mezquinas. Es despojarse del autoritarismo, abuso, arbitrariedad, sospechas y dudas que alejan la oportunidad de lograr paz.

No se trata de ser el primero, se trata de ser mejor ser humano. Por eso, es terrible el error en el que se encuentran aquellos padres que exigen a sus hijos ser los primeros. Sin darse cuenta hasta sacrifican sus familias, salud y economía para mantenerlos en un pedestal que, si bien es cierto genera prestigio social y renombre, en el fondo, por el rigor que impone mantenerlos en ese estatus, terminan saturándolos y -a futuro- con anticuerpos frente a los estudios y otros aspectos de fondo de toda agenda de vida responsable y productiva.

¿Qué significa ser el primero?, ¿Estamos en verdad realizando esfuerzos para tener hijos y nietos con espíritu y acción transformadora y alma justiciera?, ¿Al inculcarles criterios de que deben ser los primeros, sin principios y valores universales, no estamos reproduciendo más miseria humana?, ¿No estamos dinamitando el mejor periodo de su vida al imponerles reglas que, más que de su conveniencia, obedecen a deudas propias con la vida o al ego de alimentar el culto a la personalidad y el ruido de las tribunas?

En ese sentido, de lo que se trata es de compatibilizar -en la reflexión y la acción- aquellos criterios que marcan nuestra relación con los hijos. Importa darles desde temprano libertad de -en todo- elegir, ayudarlos para que se generen capacidades que les permita ser útiles a su sociedad, forjar acumulación de imágenes vivenciales que los ayuden a tener y compartir la paz que llevan en el alma, promover su autonomía económica e independización y, lo fundamental, que aprendan a vivir con amor.

Hagamos lo posible para que nuestros hijos, en el curso de su existencia, siempre sumen. Ese es el primer ladrillo para construir una vida feliz.


Escrito por

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.


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