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La noche ojo arriba (cuento breve)

Raúl Mendoza Cánepa

El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada

-Goethe

Publicado: 2019-08-28

Ella mira la fuente sobre la que no corre agua hoy. Tiene una rosa en el cabello y una sonrisa mineral. Toma mis manos y las aprieta a su pecho. Desde sus ojos la luz se instala en los míos. Los hoyuelos de sus mejillas me habitan y algo de mí la habita. 

-Ha pasado un tiempo-dice

Le pido perdón aunque el perdón no borre las faltas. Una paloma surca el cielo como un ángel y me invita a proseguir la visita. Caminamos entre rosas. Siempre imagine a Santa Rosa con ese rostro de ángel, con esos ojos de almendra que dan tono a su cuerpo delgado. Tachonada de pecas como las estrellas nocturnas que cantan para nosotros en las noches frías. La imagen de la santa nos observa sin juzgarnos y cruzamos nuestros dedos sobre las palmas llenas.

-Si solo...si solo-musito.

Ella no entiende mi silencio denso en esa hora de alabanza y gloria y porque los poetas no escriben de felicidad porque cuando están felices no escriben, pero Neruda honró a la gratitud con sus odas magníficas que nada tuvieron de elementales. Tocamos nuestros ojos y me susurra ya sin grafías: "Un abrazo directo de alma a alma, siéntelo". Los abrazos de alma a alma no se van, se quedan quietos allí donde los dejaste, como un cuajo de vida que nos persiste y nos prevalece.

Te echas sobre las piedras. A las cuatro La Punta reverdece, reverdece el mar y la melancolía entre dos adquiere nuevos nombres. Llevamos el templo y la fuente y a Santa Rosa sobre nuestras retinas. Pero ahora te tiendes sobre las piedras sin dolor, sonriendo a las nubes que corren despacio como palomas que persiguen los vientos. Fotografío tu mohín, lo inmortalizo, lo dejo como el libro objeto en el anaquel de mi memoria tan llena de cosas.

-Tanto porque agradecer-digo mientras lanzo una piedra al océano, suena como taconazo seco sobre empedrados, como bala seca, como beso seco. 

A esta hora salgo al balcón de la casa nueva. Miro la luna y me pregunto si la miras desde tu lugar o si duermes o si la vigilia supera al sueño o si tú te pierdes de algo o yo me pierdo de algo. Nada pasa, el alma es el recipiente invisible y sin dimensiones de todas las memorias, de la tuya y de la mía. El jazmín alcanza mi casa, es de noche y alcanza mi casa. Me estiro como si el aroma pudiese tocarse como tocamos el jazmín de aquella calle vacía una noche que los ojos capturaron como viejas cámaras. Con el olor un haz de luz descorre la penumbra y un violín convierte en luminiscencia los contornos más lejanos de la luna. Las melodías no tienen color ni textura, pero han llegado y hoy la música tiene tu nombre.


Escrito por

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.


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