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La muerte del amor

Raúl Mendoza Cánepa

"Sin la mujer, la vida es pura prosa"

-Rubén Darío

Publicado: 2019-06-15

Tras la Segunda Guerra Mundial nuestros padres se cobijaban en el sueño romántico. Enamorarse era un sueño como en las películas. Todos se sentían Tyrone Power y el que menos anhelaba vestirse de uniforme para engalanarse con su dama. Los viejos cruzados viajaban a Tierra Santa con una tela del vestido de su amada, enfrentaban el miedo a los infieles oliendo el perfume de aquella mujer que dejaron en Europa.

El romanticismo no es una novedad, no lo inventaron los ingleses en sus novelas, es una propensión natural que nace de ese deseo de completarse en aquella (o aquel, según ellas o ellos) que representa el cien por ciento de lo que se necesita para alcanzar la plenitud. "Amar no es un pecado porque hasta Dios amó", dice Pinglo en "El plebeyo", vals que nos vuelve al tormento del amor imposible, cuando no al que jamás será correspondido; pero la vida pasa y los hallazgos no son pocos. No hay una mujer para un hombre, ni un prototipo. La obsesión boba por una dama da a su fin con la distancia y nace una nueva opción y otra y otra, porque la vida es un flujo y el mundo es complejo.

El siglo XXI perdió el romance y perdió la poesía, dio paso al miedo y a la inquisición. Si de algo debe arrepentirse, como Pinglo, el hombre moderno es de amar y amar es una manera de ser sincero, de ser espontáneo, de darse un poco a la bondad. 

Hasta aquí el amor opera como una bendición aunque se torne en recuerdo y pasemos a otra vida, a otro amor, a una familia, a la soledad serena o a la beatitud. No importa, nadie reniegue de la pureza. Sin embargo, el amor es solo el privilegio de un alma romántica. Lo que se observa más de la cuenta es la obsesión sexual indebida. No es puritanismo, sino un vistazo a las mañas e instintos de unos por saciarse. Objetivizan a la mujer, ella ya no es el centro de nuestro culto romántico o la musa de nuestros expansivos poemas, es la muñeca de carne allí dispuesta aún contra su voluntad para ser tocada, vejada, violada, drogada, engañada y finalmente penetrada. La muñeca rota al fondo del garaje, no recurre a la Policía, el peritaje se pierde para siempre, las huellas se van y solo queda la oportunidad de "decir" y decir no garantiza sino la posibilidad de una querella. 

Ama, poetiza, idealiza, intenta y si ella no sintoniza, sufre a solas, resígnate, pero da la vuelta y piérdete en la niebla. No golpees, no violes, no seas el macho bruto por el que otros machos no tan brutos (y sí más idealistas e hiper-románticos) tengamos que pagar.  


Escrito por

RAÚL MENDOZA CÁNEPA

Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.


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