El pobre y la reforma
Raúl Mendoza Cánepa
“Un orden no intencionado puede ser superior a cualquier otro que sea fruto de intencionada creación.”
Las reformas políticas solo sirven para que los políticos se acomoden, para ajustarlos, para reformular la elección, para regular los partidos. En concreto, para ti que no tienes empleo o que tienes hambre o que estás enfermo, no sirve para nada.
Quizás seas de los que por arrastre de masa, vuelques tu ira en la Plaza San Martín, clames por la disolución del Congreso (formas al margen). Quizás demandes en 2019 lo que en 1992 te pareció despreciable (o aplaudiste y en el 2000 te pareció despreciable). Quizás creas que la reconfiguración de la responsabilidad política, la inmunidad y el voto universal en los partidos te cambiará la vida. No. Nada. La política solo sirve para ralentizar los procesos de desarrollo ¡Es la economía, estúpido! No es una injuria, es la frase que en la campaña de Clinton en 1992 se usó para ordenar las prioridades del debate ¿Quieres que te la repita otra vez?
El Perú no necesita maquillajes en el tobillo sino cambios esenciales que faciliten la inversión privada, liberar la inversión minera para crecer, para darte un empleo y acceso al alimento y la salud. La gran reforma es la que rompe el dique estatal para que sea fácil invertir, para que no sea costoso, para que mi capital te conceda un trabajo. Llamo a una nueva ley marco de la inversión privada, aún más abierta y promotora, que, por demás, cierre toda opción a una reforma constitucional que, pretendida o no, nos devuelva a la oprobiosa maquinaria estatal y empleocrática que nos robó años, impuestos y crecimiento.
¿Empresas estratégicas del Estado? ¿Como la Compañía Peruana de Teléfonos? Allá tú que tienes paciencia para solicitar un aparato y aguardar sentado seis meses.
Que la luz nos devuelva a la razón. Gobernar solo es pactar con ella.