A pocos importa el otro, pues estamos cercados por el imperio del interés propio, ese mismo que impulsa al médico a derivar a su paciente o al abogado a dilatar un juicio o a los profesionales vinculados al desarrollo humano a "desvincularse" totalmente pasada la hora del servicio porque ese otro es solo el proveedor extraño y no el ser humano que llega a nosotros para ser aliviado o sanado. Quizás fuera de esa hora opere su mayor crisis.
el otro

Un ejemplo de genuino compromiso es mi maestra de primaria. Pasados los años, ella puede reconocer a todos y cada uno de sus alumnos con una memoria asombrosa. No solo eso, los sigue en las redes y siempre tiene una palabra de aliento y consuelo, cuando no de consejo. Entiende que los discípulos lo seguirán siendo toda la vida y lo que les atañe en dolor y fracaso a ellos, a ella le atañe por una razón fundamental: se interesa.

No hay profesión válida sin compromiso, sin ejemplo, sin preocupación por el otro. Sin ese componente humano que nos lleva a olvidar nuestras propias cargas para asumir las de otros con "amor" (que no son "personas tóxicas") no hay un ejercicio profesional real. El título es nada sin ese compromiso humano y humanista.

El psicólogo se desvincula rápidamente de su paciente y apresura su despedida con desdén porque la vida de este importa mucho menos que su expectante día, que solo será rico cuando comprenda que el día mejor es aquel en que hicimos algo por sanar a los demás. Más le hubiera convenido la Historia como disciplina, donde no trata con humanos sensibles, que sufren y claman, sino con memorias de papel.

Todos tienen apremios o dolores, pero una vida al servicio de los demás es lo que en el balance y al final, cuenta.