En el Perú informal que nos regía (quizás nos rige) el tramado social se basa en la reciprocidad, pero también en las relaciones al margen de la ley o por default, en las reglas que se crean por el contacto. Un abogado recién graduado podía ser llamado por un magistrado a trabajar con él, incluso hacer la carrera judicial sin concurso y llegar a ser juez (eso cambió hace algunos años). El chip instalado por la historia en nuestra psique es que todo está permitido menos robar y matar. El compadrazgo es solo un componente de nuestro hábitat social.
las cosas reguladas

De las viejas costumbres informales algo queda aún cuando ya la costumbre se regula y torna en restrictivo lo que antes gozaba de amplitud y ausencia de regulación. Lo que podíamos llamar "clientelismo", "patrimonialismo", "vara"...eran maneras de actuar no solo toleradas sino privilegiadas. Eran favores, aquellos que venían desde la colonia, corrieron por la independencia y tomaron la república por asalto.

El problema es cuando lo social deviene en penal y el chip permanece instalado; cuando el compadrazgo se convierte en tráfico de influencias; cuando "hermanear" a cualquiera por un favor es ilícito o, por lo menos, mal visto. Algunos practicantes en el Poder Judicial podrían dar fe de esa cotidianidad extraña en la que el secretario de Juzgado recibe un cuaderno con "verdecito" incluido, un vino o una apetecible mujer ganando favores para su marido preso. En otro nivel, quien se vale del tío para obtener un puesto público, las centenas de casos de favores sexuales recíprocos o forzados para ascender en la entidad o quedarse allí y mucho más.

Cuánto de lo que veíamos con sorna se volvió en repudiable ahora que la legalidad avanzó y caminamos con fórceps hacia el nacimiento de la formalidad y la institucionalización.

Tema aparte, la corrupción no nace en los 90 o explota en la cara en 2018 ¿Se imaginan si hubiesen existido los aparatos de chuponeo o los celulares con cámara en tiempos de Odría o de Velasco? Nada nos debe sorprender.