Los viejos poemas tienen la facultad de la resurrección, tornan como las aves del pasado para recordarnos que los nervios siempre están a punto, que vivimos en un hilo...Y el tiempo de los adioses vuelve sus pasos porque la soledad es una forma de adiós y caminar a solas es una forma de adiós.
poemas guardados


Quizás era muy niño para leer "Los adioses", de Scorza; y más niño aún para inspirarme en aquellos versos para soltar unos propios, basados en amores imaginarios. Eran tiempos en los que hacer el amor era tocar un cuerpo y palpar, socavar un cuerpo y dejarlo todo en el tacto. Entonces quizás por eso los adioses eran menos dolorosos y quizás menos temibles.

Tocar los cuarenta y algo enfrenta al hombre con sus viejas preferencias, se hace el amor con la palabra y con los ojos, también con el cuerpo; pero este pierde el misterio tantas veces profanado. Una conversación profunda puede ser una de las formas más sublimes de hacer el amor. Sin embargo, los adioses duelen y perforan más que antes, no dan lugar a la esperanza. Los trenes se vuelven más espaciados y la muerte se abre como una posibilidad que ya no está tan lejos de tu casa ni de tu cuerpo. "Lo que no tomas hoy, no volverá".

Recordaba los versos viejos, los de la niñez, que construí inspirado en lecturas por no tener dónde asirme. No era una competencia con Scorza o quizás sí lo era, quería ganarle a su poesía; solo que entonces importaba más la forma que el significado, la palabra más que su contenido, el adiós como símbolo más que el dolor que él reporta. Entre mis papeles viejos, estos versos...

Adiós.

Para siempre adiós.

Viajeros de ida,

simplemente extraños.

Amor, siempre los adioses.

Es inútil combatir

el lindero del abismo.

Distantes barrios,

disímiles voces,

tu cuerpo yerto desdoblándose

en extraños territorios.

Es muy tarde, adiós.

Vierto mis humos arqueados

en las calles moribundas.

El océano ya no tiene tus ojos.

Eso es todo.

Adiós.