Las gracias son obsequios, ayudas que se ofrecen por piedad o por cualquier criterio, sea profesional o personal, con el sello de la incondicionalidad. Los favores siempre esperan un retorno, pero...
los límites

Preguntaba a un sacerdote sobre un supuesto en el que un sujeto recibe una gracia en específico y por la que está agradecido, pero que se convierte en favor cuando se exige a cambio un retorno ¿Cuál es el límite de la gratitud? ¿Tiene límites? ¿Quién elige el retorno?

¿Qué haría usted frente a una propuesta que pone en peligro su situación jurídica o su seguridad personal en general? Muchas veces, la gratitud conduce a un conflicto que pareciera no se puede superar, pero la gracia nunca exige que el receptor de ella o quien es favorecido por una decisión pise el límite del abismo. En las cárceles los favores se pagan sí o sí, aun cuando la retribución implique transportar droga a otro pabellón del penal o ser el "burro" que cargue con las mercancías, pero no habitamos una cárcel y existe una multiciplicidad de formas en que las gracias pueden ser retribuidas, aunque no quepa el término.

Entre padres e hijos no hay favores como no los hay en la genuina amistad. Sin embargo, las personas agradecidas y con espíritu de gracia y gratificación ayudan. La genuina amistad no arriesga al pariente ni al amigo, no lo somete al peligro o la incorrección, sea a cambio de algo que se considera importante.

En Occidente asumimos la reciprocidad incondicional como una regla, una que viene de Roma y que no concibe la gratitud como un sentimiento profundo. Gracia es regalo, gratitud es la respuesta a la gracia. Favor con favor se paga, pero no con cualquier favor.