A veces nos preguntamos qué sería del mundo sin Facebook. Antes era el mundo, pero colocado el jardín, nadie lo puede quitar. "Uno se acostumbra a los vicios", decía un amigo; cayendo en la redundancia y es verdad, salvo que no se admita. En realidad, nos hacemos adictos a la gente, a esos miles a los que quizás no les hablaríamos en la calle, a los entrañables y a los extraños. 
la letra del susurro

El Face se divide en amigos, reencontrados y extraños. Sin esa plataforma, muchos de los que creíamos desaparecidos hubieran dejado de existir. A los años y con los cambios del rigor de la vida, muchos vuelven como si se hubieran despedido ayer. Hasta allí Facebook nos concede la fórmula para viajar en el tiempo y reintegrarnos. Los amigos se unen en una multitud de rostros indistintos y la pantalla sirve para un café con voyeurs presentes. A veces es un barrio de broncas y, en ocasiones, un espacio donde todos nos tomamos lo que se dice muy a pecho. Me ha tocado escribir una frase no dirigida a nadie ni a nada en particular sin saber que alguien, un señor de mi gran platea lo tomaría como una injuria dirigida. Al final, cuesta explicar que cuando se escribió no se pensó en nadie ni en él.

Y corren los extraños en tu casa, esos que nunca intervienen y esos que por sus intervenciones se convierten en más amigos que tus amigos y, por qué no, en insospechados "entrañables". 

Ayer llegué a los 4.999 amigos y por alguna razón siento que debo dejarlo allí, como si hubiera un asiento reservado ad infinitum o como la señal de una esperanza en la amistad, una que no logramos descifrar . Uno entre cinco mil no debe ser nada, pero siempre puede serlo y porque cerrar la puerta del bus para arrancar es siempre un signo de lo irreversible, de que alguien se queda, del adiós para siempre.

Quizás odio completar los círculos, quizás tenga vocación por lo pendiente, quizás siempre lo pendiente da pie a la esperanza y la esperanza es el motor de la vida. Quizás un viejo amigo que olvidé en el camino, quizás un sabio, quizás una reina o un rey, quizás alguien que conozca la clave de lo que siempre quise conocer.

Vicios los de antes, un cigarrillo y un chocolate, aunque sea a solas en un parque o en un bar. Tremendo disparate de los tiempos, enviciarnos siempre con el otro.