Una de las más notables aspiraciones de un escritor es representar toda la vida. A veces la llamada "novela total" parece permitirlo, pero tal especie dentro de un género tan limitado como la experiencia y el conocimiento no puede abarcarlo todo para comprenderlo todo. 
la necesidad de ordenar el mundo

Creemos que todo debe tener un orden y ser explicado. Balzac lo intentó en la monumental "La comedia humana", pero solo retrató a los individuos dentro de sus contextos sociales y, lo peor, contextos sociales de aquella nación en la que le tocó vivir.

Como escritor de circunstancias y, aún, como escritor psicológico, no he tenido mayor interés que captar al ser humano en su integridad, viajando dentro de él y de sus emociones; pero conforme se vive se descubre que siempre hay algo nuevo, que las personas que van apareciendo en el camino rompen la pauta y que lo que creíamos una sabiduría sobre los seres humanos no era sino prejuicio y sesgo.

Como un explorador de ese mundo interior me ha interesado especialmente el estudio de la Psicología, he leído libros, he tratado de aprender de las películas y los dramas, pero siempre hay algo que se escapa, algo que ni los terapeutas en sus consultas logran asir porque el ser humano es inescrutable y sus respuestas son impredecibles.

Bajo esa incertidumbre y búsqueda muchas veces reparé que, en realidad, el hombre es incognoscible y que ni los perfiles psicológicos logran descifrar el significado de sus comportamientos.

No hay una pauta para conocer a todos los hombres y no hay siquiera una que nos permita indagar en las pulsiones de un solo individuo. Solo tenemos aproximaciones y tendencias, porque de lo humano no se puede obtener leyes y de la psiquis no es posible extraer fórmulas que nos convenzan que la Psicología es una ciencia como lo es la biología o que la dinámica social pueda predecirse con la misma precisión con la que se miden los muros y superficies de una casa.

Cuenta una leyenda que cuando Dios creó al mundo, el hombre se le escapó de las manos y desde entonces andan a la deriva tanteando el sublime encuentro, fábula que nos sugiere que ni Dios conoce la esencia de nuestra inextricable humanidad.