- En política y en la guerra
Leía sobre el tema y el dilema del pacifista frente a una invasión guerrera que amenaza la integridad de su gente y de su casa. Si es usted un pacifista radical, ¿tomaría un arma para defender su casa del enemigo ávido de sangre? Si usted odia mentir, ante un libro obsequiado por su madre, ¿le diría que ya lo tiene en su biblioteca personal? Probablemente en esas encrucijadas morales, límites, usted tienda a romper su convicción.
Pese a que la realidad tiene un peso importante en nuestras vidas, aquella transgresión benevolente nunca disolverá sus culpas ni restará de su memoria la acción. Gandhi decía que la verdad es pura, el Satyagraha, que no existen las medias verdades ni las medias mentiras y que la integridad del hombre se mide por practicarla bajo cualquier circunstancia. Vivir en la verdad puede ser difícil para el hombre común, sometido a muchas vicisitudes y lo es para el político, dependiente en extremo del mal arte de "caer bien". La verdad, sin embargo, es materia ineludible del intelectual y lo es del periodista, y lo es a todo costo.
Gandhi escribió muchas ideas sobre la verdad y su verdad era también el pacifismo y el suyo fue, para su fortuna, un pacifismo exitoso. Logró vencer a un poderoso imperio con la fuerza moral de la verdad y la convicción. El liberador de la India hubiera sido un oscuro abogado si no hubiera leído "Unto this last", de John Ruskin; que lo llevó a comprender que la verdad tiene un valor supremo y que todo se puede y hasta se debería perder en nombre de ella. A veces, de ese heroico acto de honestidad, que nos torna en libres pensadores, es que nace la confianza y el germen de una sociedad sana. No hay sinceridad sin tolerancia, desde luego. Para comprender el vínculo entre la intolerancia y la mentira, habría que colocarnos en los zapatos de los rusos que no fueron a los gulags o de los que se salvaron de morir en manos de Stalin o de los silenciosos descontentos que sobrevivieron a Castro con temor o a Videla o a Pinochet; porque la muerte y el mal carecen de una ideología particular, pero generan miedo y el miedo conduce al silencio y la invisibilidad.
José Clemente Orozco, muralista mexicano, dio en el clavo en una celebrada carta a Justino Fernández, el 31 de agosto de 1940. Es quizás el referente que, una vez contritos y confesados (que somos falibles), deberíamos pegar en nuestra pared:
"Lo que vale es el valor de pensar en voz alta, de decir las cosas tal como se sienten en el momento en que se dicen. Ser lo suficientemente temerarios para proclamar lo que uno cree que es la verdad, sin importar las consecuencias. Si fuera a esperar a tener la verdad absoluta en la mano, o sería un necio o me volvería mudo para siempre"
Publicado: 2018-01-03
La ética de la convicción nos obliga a alinearnos con aquello que sigue el firme carril de nuestros principios. La ética de la responsabilidad nos induce a actuar por encima de ellos dada la poderosa necesidad del momento. Muchos dicen que es "malo" mentir y otros relativizan la opción de mentir porque, en ocasiones, la vida nos lo exige. Se trata de sobrevivir o no dañar.
Escrito por
RAÚL MENDOZA CÁNEPA
Abogado PUCP. Escritor. Columnista en Expreso. Ha sido integrante del staff de la página de Opinión de El Comercio y de El Dominical.