En las grandes crisis es que el genuino periodismo muestra su rostro. Algunos dicen que el periodismo objetivo no existe, porque siempre se toma posición. Por ejemplo, habrá periodistas que rechacen el indulto porque el análisis técnico jurídico los sustenta. La honestidad intelectual del periodista o del director de un medio no es tomar posición particular sobre un hecho antes de que se pruebe una verdad, sino en el momento mismo que se prueba. Quizás el periodista de derecha se resienta y muerda o remuerda su lengua si es que debe admitir que, por decir, el indulto no procede y que el trato tras bambalinas (no te vaco-tú me indultas) es una burla que el pueblo no puede perdonar. Sin embargo, al periodista de izquierda le asiste el mismo deber, reconocer contra toda dilección y afecto, que la verdad está del otro lado. Los sentimientos y preferencias son un tema, la verdad tal cual, nos guste o no, es otro.
honestidad

Muchos periodistas quieren "quedar bien" con el público que los lee, que es su nicho. El periodismo de izquierda que se halla en el dilema de reconocer que en algo se equivocó, difícilmente lo hará. El periodismo de derecha también prejuzgará y frente al muro ineludible de una verdad que por principio le es inconveniente, callará.

Nada peor que el periodismo como actor de la política, porque se pierde y deja el espacio a los operadores entusiastas de la posverdad, los lisurientos y terminales del Facebook, los malandrines del juicio con apuro, los corsarios del odio creando opinión. La política es pasión, el periodismo es serenidad.

La política es trato y repartija, el periodismo es soledad. No es que el periodista no deba tener una ideología, todos tenemos una orientación, una concepción del mundo detenida, gaseosa, reflexiva o determinada como una decidida convicción. Es natural, no es oprobio ni quiebre de la ética, no es vileza creer, pensar, abrazar una utopía, tener una cosmovisión; pero uno es el hombre y el otro es el periodista. ¿Qué busca el periodista? Pregunta que debe incomodar a los directores de los medios, pues cuando de verdades específicas se trata, se renuncia, se cede. Cuando un fenómeno se produce, para el periodista observador, la sustancia por encontrar es la verdad del hecho en sí y el análisis honesto que se pueda desprender de él. Hay fenómenos y hechos que generan una verdad que es difícil de retener y asumir como tal, en tanto se contradice con nuestros afectos, nuestras simpatías, nuestra doctrina. El buen periodista sabe deslindar: "La verdad que se desprende de este hecho concreto no me gusta, pero aunque no me guste, lo debo decir".

Quien hurgue en los medios y en las redes comprobará que el juego de la prensa no es tal y que buscamos a aquellos que nos vienen bien, no rompen nuestra coherencia interior, no restan, no resisten, no joden, no despintan, no juegan a la contradicción. A los que van por la contraria hay que disparar, trollear, injuriar, desdecir. Lo que se alinee con nuestro pre-juzgar es válido y verdadero. Por si no lo sabes, al periodismo honesto le hieren los prejuicios, las búsquedas con anticipo, las verdades que como un lego cuadran entre sí a nuestro favor. Los periodistas están impedidos de odiar, de creer ex-ante, de no cotejar, de huir de la contradicción, de resistirse a la pluralidad. De esa dialéctica que los aturde es que conocerán la síntesis y con ella la verdad y, créanme, la verdad es incomoda cuando nos lleva a la implosión. Ese es el costo y la gratificación del periodismo funcional.

Por eso cuando me preguntan si un gran periodista o director de medio debe defender su posición, le respondo: "Si quieres ser periodista debes buscar una posición honesta respecto a un hecho en particular, si quieres defender tu posición general sobre el mundo, tienes el escaño, el partido o el fajín".

No queremos saber lo que los periodistas piensan ¡Queremos verdad!