En el Perú rigen las dicotomías absolutas y estas se perciben más en las redes que en la calle. Obvio, Facebook y Twitter permiten medir la temperatura de la opinión pública, pero pueden ser termómetros engañosos dada la gran cantidad de fakes creados de uno u otro lado para injuriar al adversario y hasta al que no lo es. Un columnista o bloguero puede opinar del caso Paolo Guerrero y, por causas misteriosas, terminar colgado por "fujimorista" o "caviar" o "rojo". No importa si los temas no tienen relación, los trolls y la crítica se sustentan en la división, el prejuicio y el etiquetado.
ocurre

Para comenzar, quien escribe estas líneas es liberal, un seguidor de Hayek y de los filósofos políticos liberales. No obstante, el hecho de escribir (con absoluta libertad, por cierto, cosa que agradezco, nunca un veto) en La Mula, Exitosa, Expreso y de haber escrito y más aún trabajado en El Comercio (staff de Opinión y El Dominical), sin contar las viejas columnas de Correo y Perú21..., ha servido para que me peguen etiquetas de todo color. Trabajar en una ONG, siendo liberal también te condena a una etiqueta; te rechazarán por un equívoco, pues serás de izquierda en cualquiera de sus gamas porque algunos en la ONG lo son. Las categorías y las cajas tienen la misma función. Trabajar para una persona que simpatiza con el fujimorismo o el pensamiento conservador (perfectamente legítimo) o para un liberal (idem) o apreciar a los amigos de derecha o de izquierda o de centro, te lleva de una etiqueta a otra aunque seas siempre el mismo, confeso, brutal y a gritos siempre el mismo, aunque seas inmutable. Pareciera que el rompecabezas del Perú se redujera a grupos que no deben tocarse ni amistar, que el Perú fuera un envoltorio siempre presto al odio y a las pequeñas "haciendas". Nos odiamos tras la independencia, nos odiamos en el debate conservador-liberal del siglo XIX, nos odiamos en la república aristocrática y en la dialéctica aprismo-antiaprismo durante el siglo XX. Nos odiamos en las nuevas dialécticas, en el "No a Keiko", en el teatro trágico de Odebrecht, en todas nuestras marchas. Nunca marchamos juntos, marchamos por las calles para confrontar con el otro ¿Marcharemos alguna vez contra la violencia en general? ¿Marcharemos por el crecimiento y la inversión? ¿Marcharemos por un proyecto unificado?

Este mundillo disgregado y tribal nos conduce a una involución que solo constriñe el pensamiento. La evolución es diálogo, es comprender al otro, respetar, tolerar, abrir la cancha; en todo caso, argumentar si es que se debe refutar. Apelamos al cerebro reptiliano del insulto fácil, economía neuronal. Pero estamos en el Perú, donde no solo el desconcierto nos marea sino también la repulsa y el odio. Si gusta de conservar su salud mental no visite Twitter y, menos aún, sume demasiadas amistades nacionales, puede encresparse por batallas intestinas cuyas raíces emocionales nunca comprenderá. Quizás sea el espacio para el guante y el desahogo, como lo es el blog, este blog, para la expresión de los sentimientos y percepciones de quien traza estas líneas, que no son de derecha ni de izquierda, porque el Perú prevalece a todos los espectros y a este humilde autor.

Si no eres fujimorista eres caviar, pero si no eres antifujimorista eres fujimorista. Eres siempre lo uno o lo otro. Si crees en el matrimonio gay eres gay. Si lo rechazas eres católico ultramontano. Si estás en desacuerdo con #niunamenos y prefieres una marcha contra la violencia como genérico, eres un machista que golpea a su mujer. Si estás de acuerdo y vas a las marchas eres un activista de izquierda. 

Por cierto, no puedes pedir favores en privado ni sufrirla en público, pues eres un llorón. Hasta te ganarás enemigos gratuitos, la crisis no tiene perdón.  Tampoco puedes quedarte inmóvil aguardando la oportunidad sin valerte de la benevolencia ajena, eres un pusilánime, un santón que aguarda el maná del cielo. No debes estar triste más de cinco minutos, pero tampoco ser feliz o exitoso. En cada selfie entre pompas finges, cubres  complejos. La envidia y la impiedad son dos extremos que se tocan en el Perú.

 Eres el peón de la línea del diario, radio o canal que te acoge. En simultáneo puedes ser fujimorista, "caviar", socialista, aprista, liberal, PPKausa. Te endilguen lo que te endilguen, siempre serás algo extraño, una sustancia informe cargada de antinomias y de cambios aunque sepas que es falso, que es una infamia.

Para las hordas de los necios valieran bien las ordalías para que confiesen que Eco tenía razón. Por lo pronto, si te ha sido dado escribir o hablar, solo sé tú.