El hombre asume múltiples compromisos y se ve preso de su propio entorno. La opinión absolutamente libre, esa que no pretende quedar bien o eludir la mala impresión, no existe sino en pequeños cotos cerrados, quizás en un blog (como este) o con un interlocutor complaciente. Decir a la libre en las redes sociales tienta el linchamiento o la pérdida de contactos. Opinar en un medio (aunque no me ha ocurrido, gracias por la tolerancia) o ser un subalterno, un dependiente, un recaudadador de votos, de lectoría, de amigos, tiene sus costos y sus miedos.
ser un gorila de 500 kilos

Recuerdo un dicho del marketing: "un gorila de 500 kilos puede hacer lo que le dé la gana". Tentador, ¿verdad? A la vez poco probable en un mundo en el que todo ascenso, toda aceptación y sobrevivencia depende de cómo te perciban los demás.

La libertad puede ser un desafío, salvo que tengas los recursos, las fuentes, los colchones para quedar bien parado o para que poco te importe la presión del entorno. "Si quieres opinar lo que deseas gana la Tinka", me dijo alguna vez un amigo. "Si quieres ganar un empleo", causa una buena impresión. "Si quieres que voten por ti", diles lo que quieren escuchar". No es casual que muchos políticos muten de ideología según el contexto y muchos, en general, se adecuen al patrón mayoritario.

La masa manda, de otra forma lo decía Ortega. "Yo soy yo y mis circunstancias", también escribió alguna vez. En algunos casos son las circunstancias las que te hacen, cuando debes ser tú quien hace las circunstancias.

¿Te has preguntado si eres absolutamente libre? ¿Si la discrepancia o la disidencia tienen un alto costo que rendir? 

Es una sociedad de suprema tolerancia la libertad que imaginas es posible. Ojalá sea alguna vez un logro, no más una utopía.