Nada es más mediano y aburrido que pasársela por cumplir. Digo, aquel que vive por el salario o la hace en su trabajo porque es su obligación. No se puede vivir sin una dosis de revolución interior, sin visión, sin aspiración, sin misión.
No es el día a día

Quien vive el día a día morirá. Quien vive para cambiar las cosas y la historia, pervivirá y prevalecerá. El mundo no evolucionó por la quietud sino por la pasión de algunos personajes que dieron la vida por mejorar las cosas. Suena elevado, trascendente. Quien crea que tener una aspiración o una meta social o individual es un crimen, es porque está del otro lado, de aquel que comparten los que nunca cambian nada.

Cuando me tocó pasar del staff de Opinión de El Comercio a El Dominical, por decir, no solo fue para escribir y llevar la quincena, aunque de la quincena viva una familia y se pueda respirar al mes siguiente. Fue por más.

Caminaba trazando huellas en el asfalto por un sueño, cuadriplicar la lectoría del suplemento en uno o dos años, pensar en los cambios de contenido que ensayaría si fuera yo el capitán de la industria, de la nave. Diseñar mentalmente las formas, asumir los gustos interrogando a medio mundo y hallando las claves del éxito, ese para el que uno se prepara, salvo el imprevisto o el evento. 

Lo mismo en todo, cuando ganaba millones el concursos de proyectos para otros, tanteando la ruta del entrenamiento para cuando toque mirar el llano desde la cumbre.

A veces, cuando se sabe mirar, se ve. Sí, se ve cómo fallan algunas cosas. Que nunca te tome el destierro antes de realizar tus sueños.