El columnismo debería ser un género literario, pero no cualquier columnismo sino aquel que combina bien el arte con el análisis. Suelo digerir bien las columnas que "dejan algo", esto es no solo información (que ya la data es universal y circula en impresos y redes) sino un contenido del cual el lector no se pueda deshacer porque ha sido internalizado.

Un buen columnista tendría que tener los méritos de un gran poeta, postular a premios, ser reconocido, no ser solo un opinólogo, un recreador de la posverdad, sino un artífice del buen decir y que ese decir artístico "tenga efectivamente" una metología analítica. Hay columnas buenas y malas ¿Cómo se distinguen unas de otras?

El columnismo como género

Muchas columnas o artículos solo repiten lo consabido. El intelectual crea desde lo ya dicho, nos da una nueva vertiente, nos deja perplejos, nos asombra. Sin asombro solo hay llanura y con retórica desprovista de análisis solo hay poesía. El talento columnero reside en juntar el criterio (búsqueda de la verdad, al decir de Balmes, más allá de la filosofía) y la estética capturadora.

Las buenas columnas como las buenas novelas atraen al lector atrapándolo en el flujo de razonamientos que corren desde la introducción hasta el remate de la frase final. Frases cortas, eludir los encadenamientos, inducir a una nueva sensibilidad, persuadir, deslumbrar...Difícil reto en un mundo de papel hecho para los técnicos. Quizás lo que no queda claro es el linde entre el analista que aclara y el artista que no solo aclara sino que persuade, porque el genuino columnista es un persuasor. 

El periodista de hechos no puede sino centrarse en una situación que no puede alterar. El pasado es intangible. El columnista crea interpretaciones del hecho, torna a la causa, ve los efectos y nos obsequia una nueva manera de mirar las cosas. No son pequeños filósofos, pero las buenas columnas no son deshecho ni se anclan para envejecer con la coyuntura; son clásicos, sobreviven, nos dan luces para interpretar el devenir y nos proporcionan ese placer que ni la poesía y sus metáforas nos puede ofrecer. La columna no es hermética. Su belleza es el verbo, la fluidez, la novedad de la interpretación, la data como cimiento y el razonamiento que hila, deshilacha, deconstruye, construye y concluye. A veces pareciera no más que un juego de palabras, pero si tras el punto final y pasadas las horas "te dejó algo" es porque es una buena columna.

¿Quiénes son los mejores columnistas del medio? Si extendiera una lista como hice con buena razón hace algunos años, podría omitir por travesuras de la memoria uno que otro nombre importante; y como las reseñas anuales de libros, un solo hoyo es un abismo en la mente del creador y del lector.