Existe la creencia que un gobierno sin mayoría parlamentaria está condenado al fracaso. Ocurre en el presidencialismo y en el semipresidencialismo. En Estados Unidos no se concibe un drama a partir de un gobierno minoritario, riesgo siempre latente dada la renovación por tercios parlamentaria. Algunos políticos asumen que no hay reformismo sin mayoría propia, habituados a los sorpresivos golpes de timón de los mensajes presidenciales de antaño. Ya vimos como concluyó el primer alanismo. Lo cierto es que las reformas ejecutivas no dependen del Congreso como sí la reforma política. Si tasamos ambas, las primeras son necesarias, las segundas no garantizan el crecimiento. Por decir, ¿el Senado restituido aportará algunos puntos al PBI? ¿El voto preferencial es sustantivo para la promesa de la vida peruana?
El gobierno limitado

El mejor gobierno es el que se centra en infraestructura productiva, salud, seguridad y educación. El mejor Congreso es el que legisla menos y representa más. El verdadero defensor del pueblo debe ser, en cualquier caso, el congresista que recorre el pasadizo de un hospital y ve qué se ofrezca una mejor atención o el que supervisa las obras que el Ejecutivo dispone. La certeza errónea de muchos parlamentarios sobre la calidad de la gestión en base al número de proyectos de ley presentados solo produce normas ineficaces y, por tanto, un sistema jurídico ineficiente. Las normas no se cumplen o se lidian porque son onerosas de cumplir. De allí que alegrarse de que las leyes salgan "como por un tubo" resulta siendo una afirmación perniciosa. 

Las malas leyes o la telaraña normativa, espesa y compleja para concordar, aplicar o comprender, genera informalidad e ilegalidad, pero también sentencias injustas (seamos jusnaturalistas esta vez), en tanto el juez es la boca de la ley.

El mejor gobierno es el que se centra en poco, se limita y es imperceptible. El mejor Congreso es el que fabrica pocas normas y, mejor aún, deroga las que son solo un lastre por ineficaces o perjudiciales. La tarea de un buen parlamento es romper el dique institucional que traba las inversiones y crear mayores márgenes de maniobra y libertad para los privados.

PPK no se mueve en el escenario ideal, pero tampoco en el imperfecto. Todo es percepción y ánimo; por tanto todo es liderazgo. Si algo atañe al gobernante es inyectarle fe a las empresas, a los agricultores, a los mineros, a los pescadores, a las industrias, a los servicios. A veces una frase, un gesto, un "hacerse presente" corona la jornada de un estadista.

¿Quién dice que la historia la hacen los estados? La historia y el desarrollo los hacen la gente.