Muchas veces nos llegan noticias de personajes del entorno que perdieron el empleo, como alguna vez lo perdió quien estas líneas escribe. Quien es la víctima atraviesa por todas las fases del luto aunque en un orden extraño, por decir lo menos. De la rabia se pasa a la depresión y de la depresión a la crispación. Se vuelve a la realidad y esta exige búsqueda, correrías, a veces amigos, postulaciones. Por lo general, muchos no muestran todos esos rostros, simulan una suerte de resignación alegre precedida por una rabieta sutil, pero...
La procesión por dentro

"El trabajo dignifica a la persona" parece una frase de cliché hasta que te toca y, sí, efectivamente dignifica. Cuando se pierde o huye, ocurre lo contrario, la autoestima y la autopercepción se degradan al punto que el afectado se culpa y se culpa al margen de sus méritos. Tarda en recuperarse la autoconfianza y tarda en tornar nuevamente a la vida. 

Sin embargo, hay una situación aún peor que es la de tener una familia que sostener y no tener por lujo la depresión, pero sí por emergencia la prisa. Pides, buscas, reparas que pocos eran tus amigos y que en las desgracias los desgraciados se convierten en perros apestados, en muertos civiles para la amistad. "Los olvidados" no solo es un título de Buñuel, también una realidad que agrieta el corazón de muchos. Con cada "No" entiendes la lección y te colocas bajo la piel del que extiende la mano por un mendrugo solo para comprobar que de mil, apenas cinco volcarán una moneda en la lata. Recordarás las veces que caminaste de lado o te abriste para no dar porque no sabías, porque no sentías...

Extensos se hacen los tiempos que en tramos breves ocupas en nimiedades como llevar a los niños al colegio, leer; pero más que todo deambular indagando por respuestas que nunca llegarás a precisar. La imaginación jugará un papel destacado barajando cien opciones, en buena parte irreales, sobredimensionadas y quizás algunas más reales y directas. No hace falta decir que de esas pocas, depuradas las fantasías, el 90% será pan quemado en la puerta del horno.

Licuando los ahorros, gastarás las suelas dándole trazos al Campo de Marte, preguntándote por qué eres disfuncional si tienes la experiencia, la habilidad, la adaptación, el conocimiento y el título; pero no son suficientes. La vida no es Ajedrez, es azar. Te sentarás en una banca con la mente en blanco, rodarás por el abismo en mañanas solitarias, percatándote que mientras te tornas en árbol, todos "andan en lo suyo", perfectamente útiles, ocupados...

Algún buen amigo prolongará tu tiempo de agonía, sumas, restas, división. Nunca serás más matemático cuando te amenace la intemperie o el hambre, la ausencia de las medicinas esenciales o, lo que es peor, cuando tus hijos confronten con esa realidad mísera que crees no compartir, porque siempre la fatalidad es solitaria y ciega.

Las mismas rutas, los mismos trazos, el círculo habitual y el pensamiento al cien por cien porque el tiempo se agota, el dinero adquiere el tinte del rojo y el precipicio de la angustia te mata y te enferma.

"La dignidad del trabajo" no es un cliché, es una cuestión fundamental que nos atañe y que nos atañe por algo más que un salario, por ser, por servir, por producir, por ser parte, por ser digno precisamente. Hace falta pasar por tal declive, humedecer los ojos cotidianos y caer cuando no hay tiempo para caer, para percatarse de aquello.

Valora tu trabajo. Mejor quejarse de tenerlo en demasía que de no tenerlo.