Es habitual escuchar a alguno que otro lamentarse de sus infortunios y más aún atribuirlos a factores externos. Si midiéramos bien, de aquello que nos ocurre, un alto porcentaje se debe a responsabilidad propia y el resto a hechos fortuitos. 
Responsable

El llamado "efecto mariposa" lo leí por primera vez de Ray Bradbury y supe que el aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo o afectar un evento en otro lugar del globo. Puede parecer exagerado si es que tratamos de relacionar nuestros pequeños actos con los grandes hechos mundiales. La victoria de Trump no tiene vínculo alguno con el que usted haya o no salido muy temprano de casa a comprar el pan. Sin embargo, y ya que el hombre sartreano vive condenado a su libertad, estamos destinados a ser una consecuencia de nuestros propios actos.

El hecho de que salga o no unos minutos antes o después de casa puede significar ser arrollado o no por un automóvil descarriado. Asistir o no a un templo desvencijado segundos antes de un terremoto puede concatenar con su muerte. Decidir por A o por B con pronósticos imposibles de develar podría ser el inicio de su fortuna o todo lo contrario. En un universo de incertidumbres es difícil dilucidar qué decisión es la correcta.

Mirando atrás, la mujer que se negó a la posibilidad de un romance con usted pudo ser su salvación, quizás el infierno lo esperaba al final del túnel o aquella era la menos correcta para su felicidad. Probablemente la pérdida de un negocio o un trabajo sea la gran oportunidad para un salto hacia el éxito que usted no preveía, tan atornillado en su zona de confort. 

Cada tramo incierto o inconsciente puede ser el paso previo a algo mayor y usted ni siquiera lo sospecha. El hombre se aburre en casa, decide salir, entre la izquierda y la derecha elige virar a la izquierda de la avenida que lo lleva sin pensarlo a un parque. En el parque hay quince bancas y entre todas elige una distante, regido por la arbitrariedad que le permite el ocio. Desde la fronda de un árbol recibe una sorpresa, el ave que se sostenía sobre una rama encima de la banca y del que  no se percató le ensucia la camisa y, por tal, corre hacia una lavandería del vecindario donde conoce en la pequeña cola a una mujer. Conversan breve, se citan, se enamoran, se casan y tienen hijos. Uno de sus hijos, cincuenta años más tarde gobernará el país y en su insanía le declarará la guerra a un país vecino. Tres millones de muertos. Tremendo el costo de haber salido de casa, haber virado a la izquierda, haber llegado al parque y haberse sentado precisamente en esa banca que costará cincuenta años más tarde tres millones de vidas.

El aleteo de una mariposa quizás sí cambie el mundo.