"No persigas porque lo que persigues se resiste", decía su abuelo Jacinto Peña. Juan de Dios Peña se había criado a la usanza de esos viejos artilugios de la magia y había dejado de perseguir y de creer. Incluso, la dejó volar como dejó volar sus poemas viejos en la quema del nuevo año.
Lugar sine die

A pesar de la distancia que había tomado, aún reconocía que María era un avecilla que necesitaba de su protección, pero debía dejarla volar y olvidar. Caminaba por las calles de Lima, hurgaba algún gesto amable en los rostros de los extraños, pergeñaba las notas de algún canto para ella. 

Según su abuelo, lo que ocurrirá en la vida es de tu vida, no lo deseas, lo tienes. Juan tenía esa certidumbre. Había leído Rayuela y quedó sorprendido de aquellos encuentros fortuitos entre Oliveira y La Maga, se encontraban siempre sin haberse citado. Es el destino. Lo que está en tu vida no tiene tiempo, simplemente está y lo tienes.

Juan decidió visitar el 13 de enero a las 10 de la mañana la pileta del primer patio del convento de Santo Domingo, sabía por alguna razón que ella estaría allí sin habérselo propuesto, sin haberla visto ni tocado. Y así fue. María recibió el libro aquel que alguna vez él le prometió...

Esta pequeña historia sirve para ilustrar la magia de la literatura, que es la magia de la vida...

Aquí "Imaginantes", una serie que la TV peruana debería replicar sobre la literatura que es nuestra...