Los hombres regulares quizás lo comprendan menos que los poetas o lo apliquen a materias más prosaicas, pero existe un párrafo en el libro Los enamoramientos, de Javier Marías, que explica en parte esa locura que a veces habita el corazón del hombre hasta sacudirlo, exprimirlo y expulsarlo del organismo.
Hasta cuándo

El enamoramiento tiene, como todo, un proceso; pero para dar pie a esta reflexión, vale decir que pueden concurrir consecutivamente en la vida de un hombre dos o tres o más enamoramientos. Cada uno será distinto, pero tornado en romance puede (valga la licencia) sublimizar la vida.

A veces puede ser corto, a veces tomarse más tiempo, ser o no ser correspondido. La correspondencia cabal es una excepción (amor con amor) porque la sintonía de corazones es siempre un pequeño milagro.

En la mayoría de casos la distancia genera una resistencia, nos sentimos en paz por "no tenernos" y respirar, la calma de dejar de seguir, pero nos habita un espíritu con resabios de persistencia que nos irrita y nos hiere. Interesante resulta leer la novela de Javier Marías y más si el lector se encuentra con este párrafo en el camino:

Cuando uno desea algo largo tiempo, resulta muy difícil dejar de desearlo, admitir o darse cuenta de que ya no lo desea o de que prefiere otra cosa. La espera nutre y potencia ese deseo, la espera es acumulativa para con lo esperado, lo solidifica y lo vuelve pétreo, y entonces nos resistimos a reconocer que hemos malgastado años aguardando una señal que cuando por fin se produce ya no nos tienta, o nos da infinita pereza acudir a su llamada tardía de la que ahora desconfiamos, quizá porque no nos conviene movernos. Uno se acostumbra a vivir pendiente de la oportunidad que no llega, en el fondo tranquilo, a salvo y pasivo, en el fondo incrédulo de que nunca vaya a presentarse. Pero ay, al mismo tiempo, nadie renuncia a la oportunidad del todo, y ese picor nos desvela, o nos impide sumergirnos en el profundo sueño. Las cosas más improbables han sucedido, y eso todos lo intuimos (…). La corrección de los sentimientos es lenta, desesperadamente gradual. Uno se instala en ellos y se hace muy difícil salirse, se adquiere el hábito de pensar en alguien con un pensamiento determinado y fijo y no se sabe renunciar a eso de la noche a la mañana, o durante meses y años, tan larga puede ser su adherencia.