Dejo la guitarra de lado y canto a solas, muy bajito. Lima duerme. Sorbo de mi copa de tinto por última vez. Observo mis libros, mi único patrimonio. Tantas veces me han echado de esta casa ajena y me he aferrado a las rendijas porque no tengo a dónde ir, no quiero ser un perro de la calle. Me sostengo apenas en mi propio espíritu. Vuelvo al Quijote. Lo único que me eleva entre estos montículos que quedan de lo que fui.  En unos días celebraremos el nacimiento de Jesús, todos se obsequiarán y yo solo tengo un obsequio que dar: un vídeo. 
música y retiro del quijote

El canto y la música me transforman. Yo era el Quijote cantando y creando poesía, ese loco que se gana la mofa de todos, incluso de su musa...Fui correcto, no pretendí la carne sino el espíritu, no fui cazador de nada sino romántico, como buen Quijote...

Al perder el empleo, me dediqué a tres actividades extrañas durante un año: caminar sin rumbo en las mañanas, pastillarme para dormir en las tardes y levantarme cuando todos dormían para escribir una novela sobre John Lennon y un poemario sobre el amor del Quijote a Dulcinea. Mi estudio privado fue mi retiro. A veces, allí dormía hasta que clareaban las paredes.

Una musa inspiraba mis composiciones y los acordes de mi guitarra, también mis versos. MUSA, MUSICA, ambas palabras se hermanan aunque la musa de la música es Euterpe y Euterpe (Ευτέρπη) es llamada desde el albor ateniense como "La muy placentera", "La de agradable genio" o "La de buen ánimo". Rechazado de la amistad pura, casta y sublime por la legítima determinación  de Dulcinea (con la pena de que solo una vez se ama de verdad en la vida), me di al canto solitario, a la composición, a los poemas, a las cuerdas de mi instrumento, a la soledad... 

Canté y compuse durante un año y escribí.  La avecilla a la que pretendía curarle las patas quebradas había preferido remontar su vuelo rápidamente dejándome solo. Dos corazones que sincronizan sus latidos pueden cantar la misma canción en simultáneo estén en el lugar en el que estén y esa era la esperanza de este pájaro cantor. Absurda ilusión. Hay canciones que cuando cierras los ojos son personas, pero en ocasiones terminas por abrir los párpados y volver a la nada, más cuando lo has perdido todo y vas camino al despeñadero.  

Es un proceso de cuatro etapas: 

1) Descubrimiento y hechizo; luego la aparición de la imposibilidad. Amargura y sensación de víctima, etapa fatal, pues toda víctima llama a su propio verdugo. Se hurgan los cantos tristes, como lamentos bobos que enturbian el corazón. 

2)  Persistencia necia, pues todo tiende a sobrevivir para no retornar al vacío. La musa confesó que había tenido un sufrimiento terrible, pero nunca precisó el hecho. La musa nos llamó a la gracia de obsequiarle un libro que restaurara su corazón herido, pero huyó sin aceptarlo.  Quedas como un alma en pena. El Quijote se monta en Rocinante tras su búsqueda. Es natural. Cuando se cree nacida una amistad, platónica, casta, pero sublime; esta tiende a preservarse en su ser, es como un asunto pendiente, un círculo que nunca se cerró. El secreto quedó inescrutable. 

 3) Maduramos el canto, pues pese a lo imperecedero y esencial del amor o la amistad pura, soltamos a Dulcinea (no queda otra opción) la dejamos volar por respeto, reparamos que es Dios quien sabe más que nosotros por qué determina las cosas, aceptamos sus designios y nos sometemos adoloridos a su voluntad. Dejamos al jilguero volar, perdemos toda expectativa, toda esperanza. Así despedimos el año. Sabemos que el jilguero vuela en libertad y saber que vuela libre es nuestra suprema y final demostración de amor pese al dolor.  Pedimos perdón por todo. No deseamos que crean que estamos locos ni que se asusten o se mofen de nosotros más. El Quijote es vencido.

Mi voz resuena  y acompaña a mi guitarra en mi estudio, son las dos de la madrugada. Tiento mil explicaciones en el espejo sobre lo hórrido que debe haber en mí. Quizás fui Frankenstein espantando a una niña; un inocente y bien intencionado monstruo, pero monstruo al fin, encerrado y bloqueado finalmente, pero un monstruo que jamás dañaría ni dañó siquiera a una hormiga. 

El problema es que cuando aceptas la realidad, aceptas también la muerte del romanticismo y de la excelsa locura que siempre te hizo Quijote, poeta y romántico. Llegas así a la fase 4. 

4) Decides no crear más melodías, no cantar más, no darle a la poesía y ser una "persona normal", sí, tan normal como cualquiera que pasa sin hacer el ridículo, certero, sereno, prosaico, seguro, realista, aterrizado, a salvo.  Dejas de ser poeta, músico y loco. El Caballero de la Triste Figura, por derrotado, vuelve a ser Alonso Quijano. 

Cuando la cordura vuelve, el caballero enjuto no solo se obliga a recuperar la razón, sino que empieza a morir. Lo dijo el Quijote, ya al final y magullado: "...-Señores, vayámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño: yo fui loco, y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha..."

Un retrato, una letra precisa, la más bella canción que oí jamás, lo único que tengo como obsequio final, mi mejor regalo de Navidad. Para quien lo quiera recibir.

¡Feliz Navidad!

PS. El 2017, depurada la lista solo para los interesados en la materia, volvemos con los temas políticos