No has soltado mi mano. En la espesura de esta oscuridad tiemblas y quieres que te explique. Un hombre dispara sus palabras del otro lado, van sin acuse de recibo. No es que esté especialmente enamorado, lo suyo es el montaje de un escenario de conquistas menudas. Y no es que perseguir la cópula sea el pecado capital en una urbe donde todos se rasgan las vestiduras, copulan, ríen, se agazapan en camas extrañas. Ocurre que ha traspasado la línea de la cordura y del acuerdo. Sí, todo seductor fracasado es un acosador; todo enamorado roto en la línea final (en su pureza e intención) también pasa a serlo si no se habitúa al desencanto de un adiós.
El romance

Observas el mundo con la libertad de un sabio, no te exaltas por los escándalos, que solo existen cuando la percepción del hombre los convierte en tales. Tocas con tus dedos mi corazón pletórico. No he visto tus pechos ni el enrrejado de tu pubis. No me ha sido dado tantear todos los territorios sino uno solo, ese que late en sincronía con las teclas de mi piano. Has dejado tu palma sobre mi pecho, sobre el pequeño triángulo que mi camisa abre sin mostrar más.

No sé desde cuándo amé a Platón o a aquel que me dijo que la amistad es una vertiente sublime del amor. Desde entonces solo he besado la cuenca de tus labios. No he tanteado tus húmedades, apenas conozco las comisuras de tu boca o el abrazo que me tiende su manto claro. Para eso estamos.

Las palabras son poemas y no dardos envenenados. La obscenidad es moneda barata. No espero trenzar un cuerpo solo por el deseo solitario que concibe senderos de vuelta que no existen. Aquel que pica todas las flores dista del otro que guarda su rosa única y ama.

Hojeas a Bécquer porque yo te he enseñado, porque el amor ideal no es peligroso. Porque en la Lima virreinal retratada por Palma no existían las vitrinas electrónicas que hoy nos abruman y nos sorprenden, asumes que el pecado reina sobre los ojos de algunos hombres. El deseo ha dejado de ser natural, tan criminal como el empecinamiento. Casanova hubiera sido crucificado. No son tiempos para ligerezas sino para tomársela en serio. Crees que solo el amor es válido y justifica la transgresión. Mientras tanto, los fariseos se rascan la coronilla, algunos hurgan la primera piedra.

Nada sabes, pero amas a Neruda. ¡Qué limpieza, qué grandeza entre dos cuerpos entreverados! Dejas de lado las circunstancias de aquel evento, aquello que lo rodea, las características y las vidas reales de los amantes, te centras solo en el hecho, en el placer que hunde sus raíces en la Tierra y que luego festejas...pero son palabras. Tocas mis labios con tus dedos mientras pronuncio las primeras palabras. No te asombras, porque el hambre aprieta las entrañas y abre los muslos. Te es tan natural como el crecimiento de las plantas. Solo el hombre pone de lo suyo, las turbias aguas de sus ojos ante tan colosal portento. Las caricias navegan a su suerte, la pelambre teje redes en las cóncavas fauces que aún hoy, y sin queja, mi cuerpo no rebasa. Para mirarte me bastan los ojos, los labios para tocar tu aliento. Para mi calma tus palabras serenas y el mar para enmarcar tus ojos sobre los que bucea mi alma.

No te he tocado, es cierto, pero tampoco me acerqué para tanto. Platón, la idea, el amor como una de las cavernas que sostengo y concibo. Mal, aquel que pica las flores como un deporte de caza. Yo solo sé del amor y de la palabra, del corazón como eje del universo, de las almas que se encuentran finalmente en un abrazo.