El Perú se acerca al Bicentenario y uno de los temas clave que nos convoca es la educación, pues ella iguala y potencia las oportunidades. Leía nuevamente una obra magistral, útil no solo para profesores sino también para padres que deseen formar a sus hijos, se trata de "Diario educar".  En estas líneas quiero repetir un post pasado y recordar a uno de los más brillantes educadores peruanos, un filósofo de raíz y "una mente dotada de un corazón extraordinario": Constantino Carvallo. Muerto prematuramente, dejó como legado la experiencia de "Los reyes rojos", un colegio que es referente de una educación que enseña a los niños y a los jóvenes a amar el saber y amarlo en libertad. Que la hora sea propicia para recoger sus enseñanzas. 


No se pierdan los fragmentos que siguen:
un libro para recordar



FRASES

(Extraídas de “Diario educar”, Constantino Carvallo):

“Educar con el ejemplo, entonces, quiere decir mostrarme, ser auténticamente yo frente a otro para que nuestra vida, nuestros éxitos y fracasos, nuestras virtudes y defectos, puedan ser tomados como ejemplo de lo que un ser humano, yo mismo, ha logrado ser. No puedo educar con el ejemplo en el sentido de pretender que mi conducta sea digna de imitarse. Por eso la virtud básica de padres y maestros es la honestidad”.

“La voz del maestro, su tono, su textura, su ritmo, dice más que las palabras mismas y abre o cierra el complicado sendero hacia el corazón del otro”.

“No podemos educar sin tener fe en el futuro, sin creer que ese niño puede ser mejor y vivir también mañana en un mundo mejor. La apertura a la esperanza, es según un pensador, la enfermedad orgánica del profesor”.

“Según el escritor y educador ruso León Tolstoi no debe obligarse a nada. Todo lo que el niño haga debe provenir del deseo; no hay lucha contra la pereza porque los actos realizados provienen del afán mismo de realizarlos. La pereza se sacude y se olvida por el placer que nos procura la meta buscada”.

“Debemos también enseñar esto, a enfrentar el disgusto, a valorar el goce postergado que el esfuerzo puede dar”.

“Ninguna facultad de educación nos prepara para enfrentar al alumno que nos reta, que desafía la norma y jaquea el aula. Ante la inconducta reiterada está el maestro solo, desamparado, decidido pero apesadumbrado, a la hora señalada, como el sheriff Gary Cooper en medio de la calle”.

“No hay método, no hay sistema, el buen maestro no tiene doctrina. Su difícil trabajo es, como el psicoanálisis de Lacan, una aventura singular permanente”.

“En el aprendizaje la atención lo es todo. Y aunque ella nace del interés, es posible atender aún aquello que en principio no nos interesa. Hay un entrenamiento de la atención que la domestica y la hace, de algún modo, voluntaria. La escuela debe servir para ello”.

Sobre la caridad. “Es el amor por excelencia, el que todo lo tolera, el que no sabe de ira, el que olvida y perdona. Ese amor está, o debiera estar, en la relación de los padres con sus hijos y es la única condición que debiera exigirse a quien dice sentir la vocación de maestro”.

“De todas las huellas que la escuela puede dejar en el alumno, la peor es la timidez”.