La verdad como tal es un tema polémico, enraizada en la teoría del conocimiento, más propia de filósofos que del hombre de la calle
Mientes o mueres

La verdad es lo que es. Kant se refería al noumeno, como el objeto en sí mismo. Lo que se interpone entre ella y el sujeto es el límite de la percepción. Lo que vemos es el fenómeno, una verdad manoseada, intermedia, engañosa y subjetiva. San Agustín se refería a la verdad en sí en una frase latina: "verum id quod est", la verdad es lo que existe. No lo que vemos sino lo que "es".

¿Cómo ser verdadero? Para no fallarle a la verdad hay que ser honestos, impedir que las cargas emocionales interfieran entre nosotros y el ser, no cargar con el ímpetu de ganar una discusión o de imponer un punto de vista. La objetividad es una disposición heroica, una disposición que nos lleva a renunciar al orgullo, al prejuicio, a la emoción que descarnada se pretende interponer.

Así que si quieres ser verdadero debes ser tentativamente objetivo, imparcial, sacrificado, real. Tanto como una propensión intelectual, la verdad urge de una tendencia anímica. Para ser verdaderos hay que ser sólidos en la resiliencia. La verdad puede tener como correlato el martirio. "Decir la verdad", única posibilidad de ser libres, supone la exposición al castigo, a la pérdida social, al dolor, a la soledad, a la herida y hasta a la muerte. Sócrates es quien expone esta realidad y lo hace voluntaria y pacíficamente como una demostración final que por la verdad vale cualquier sacrificio, desde la lanza a la bala, desde el coso a la cicuta.

Y tú ¿Estás dispuesto a ser libre?